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lunes, 12 de noviembre de 2012

UNA ÉTICA PARA LA SOCIEDAD TECNOLÓGICA: EL CRISTIANISMO. (VII)

Querido navegante. Aquí termino un ensayo en el que he presentado el Cristianismo como la mejor y más humana solución moral a las tensiones y conflictos que se plantean hoy en la sociedad tecnológica, entre el ser humano, cegado por su vanidad, y la fuerza de un determinismo técnico y materialista originado en su propio desarrollo científico, determinismo que puede llegar a despersonalizarlo privándole de su  libertad,  negándole su felicidad posible, convirtiéndolo en una especie de autómata, un androide desposeído de conciencia, desvinculado de sus próximos, desarraigado y sólo, sin referencias para el bien y el mal, lobotomizado y dependiente totalmente de un Poder que lo aliena y explota.

Os dejo, pues, con el último capítulo.



7.  Poder, Globalización y Democracia.
 

Bajo la cubierta de Organismos y Conferencias Internacionales, la Globalización ha implantado, de hecho, centros de formación del “pensamiento” y de elaboración de directrices y políticas a seguir por los gobiernos a nivel mundial, supuestamente basadas en la ciencia que ellos mismos establecen como “oficial” y su concepción del bien general.

Son organismos, incluida la ONU, cada vez más poderosos, que pueden inducir enormes flujos de capital hacia actividades y empresas que ni siquiera necesitan demostrar eficacia, rendimiento o utilidad, puesto que su funcionamiento e ingresos quedan asegurados por leyes y presupuestos públicos, gracias a las directrices emanadas de estos centros de decisión. Sin embargo, el control democrático de estos organismos es sumamente deficiente o simplemente inexistente, y por ello han de resultar muy vulnerables a las presiones de unos “poderes económicos fácticos”, siempre interesados en las ventajas económicas que podrán obtener con decisiones a su favor, que no dudarán en sobornar a políticos y científicos para conseguirlo. Un mínimo control democrático y mucho dinero en juego son la mejor combinación para que pueda instalarse una corrupción que reduce la libertad de los ciudadanos y los lanza al servilismo de intereses económicos ocultos.

Una cuestión de “extraña evolución” ha sido la declaración de pandemia de la gripe A por los expertos de la OMS. Increíblemente, a pesar de la alarma creada, todo ha quedado en un brote de incidencia mucho menor al de una gripe común. La psicosis y el miedo inducidos por la alerta sanitaria de la OMS ha afectado a muchas personas, sumidas en la desconfianza del contacto, amigos expulsados por miedo de viviendas compartidas y lugares de convivencia, viajeros tratados literalmente como apestados en los aeropuertos, indefensos y sometidos a cuarentenas forzosas en países extranjeros y de tránsito... todo por el bien general...

Y bajo este pánico inducido los gobiernos seguían dócilmente otra instrucción recibida, con prontitud para no quedar en entredicho ante la opinión pública... la adquisición de millones de vacunas contra la gripe A, con un gasto multimillonario financiado a cargo de los presupuestos públicos. Sería interesante saber el beneficio obtenido por los proveedores de las vacunas y los “donativos” que hayan podido realizar.

Finalmente, demostrada la falsedad de la alarma, y dado el carácter perecedero de las vacunas, los gobiernos se han desprendido de ellas donándolas o tirándolas una vez caducadas. Aquí acabó la historia de un inmenso negocio. Pero nada se investigará, no hay claramente un órgano competente para ello, ni un control parlamentario que exija transparencia total. Sólo el escándalo público puede hacerles daño, pero eso se previene con la discreción y el secretismo adecuados. Estos Organismos están por encima de las democracias, sus decisiones son siempre “bienintencionadas por principio” y amparadas por la “ciencia”, y si fallan quedan automáticamente justificadas por la eventualidad de estar “protegido” en caso de que no hubieran fallado y la alegría de que lo hayan hecho, pues así no hay riesgo alguno...

¿Y quién asegura el rigor ético necesario detrás del IPCC y todos los Organismos y Conferencias que, como Kyoto, han identificado calentamiento global y emisión antropogénica de CO2? ¿Qué control democrático avala sus decisiones? ¿Qué intereses económicos y políticos puede haber detrás? ¿Cuáles serán las consecuencias de los enormes flujos de dinero que se están generando y se van a generar en el futuro? ¿Quiénes van a beneficiarse y quiénes se perjudicarán?

En el reino de la mentira la democracia es sólo una ficción, porque la verdad nos hace libres y la mentira, esclavos.


Winston Smith-Setiembre 2010.
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Hasta el próximo artículo, si Dios quiere,

Winston Smith

viernes, 19 de octubre de 2012

UNA ÉTICA PARA LA SOCIEDAD TECNOLÓGICA: EL CRISTIANISMO. (VI)

Hola a todos. Retomo el hilo del ensayo moral que vengo desarrollando y os presento hoy un nuevo capítulo:


6.  El eufemismo como método para esconder la verdad.

 “Entonces Jesús dijo a los judíos que habían creído en Él: Si permancecéis en mi palabra, verdaderamente seréis mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.” Jn 8,31.
 

La Ley de Dios prohíbe rotundamente la mentira en su octavo mandamiento, y la moral cristiana enseña que la libertad es intrínsecamente dependiente de la verdad. ¿Cómo de libre es un hombre que debe elegir entre opciones que son falsas?

La moral de consenso, sin embargo, no puede convencer a un individuo de decir la verdad cuando ésta le perjudica. ¿Por qué he de decir la verdad si mintiendo obtengo un beneficio o evito un perjuicio? Esta pregunta no tiene una clara respuesta desde una ética sin Dios. De hecho, en la sociedad occidental se aprecia una creciente fascinación por la mentira, que tiene ya el rango de un derecho: Derecho a mentir.

La dinámica del poder implica su conquista y la expulsión del poder rival, buscando siempre una perpetuación hegemónica, la dominación y sometimiento de los individuos para conseguir sus fines. La violencia es su modo de resolución de conflictos.
 

“Sabéis que los jefes de las naciones las oprimen con su imperio, y los grandes abusan de su autoridad sobre ellas.” Mt 20,25.
 

Esta afirmación no hace excepciones sobre formas de gobierno sino que habla de esa dinámica del poder. Así, la opresión y el abuso se presentan como consustanciales al mismo, sin excluir al ejercido bajo una forma democrática.

En un sistema democrático, para crear la apariencia de aceptación mayoritaria de su ejercicio y asegurar su continuidad, el poder precisa de técnicas masivas de propaganda, demagogia y persuasión, controlando y manipulando las opciones que se presentan a los individuos. Sin ética religiosa, esto conduce a un “Todo Vale”  que incluye la mentira y el miedo,  que excita el instinto más gregario, hinchando la autocompalcencia y el victimismo de los ciudadanos, acciones todas con las que el poder induce en ellos mezquinos sentimientos que luego canaliza para  justificación de sí mismo y de sus actos.

La moral social, sostenida por la conciencia de los individuos, no puede destruirse de inmediato.  Actos del poder gravemente contrarios a la moral pueden producir una reacción en contra por parte de la ciudadanía y una crisis de consecuencias imprevistas. Así, cuando el poder pretende actuar de forma inmoral, o promover leyes con el objetivo de normalizar por la vía de los hechos los comportamientos inmorales y debilitar la moral social , debe buscar el modo de encubrir la verdad, bajo una apariencia completamente distinta y hasta contraria. Probablemente el eufemismo es el instrumento que mejor ha desarrollado el poder para que las cosas parezcan diferentes de lo que realmente son, para que su carga moral peyorativa no se aprecie tal y como es, para que su maldad se difumine hasta el punto de desaparecer o convertirse en bondad. Es el poder de la mentira, que nos traslada a una realidad inventada y nos roba libertad.

 
“(El diablo) fue homicida desde el principio y no permaneció en la verdad, porque en él no hay verdad. Cuando habla la mentira, habla de lo proio porque él es mentiroso y padre de la mentira.” Jn 8,44.
 

Desde sus inicios, el modelo de sociedad occidental está cargado de eufemismo y sus dirigentes a lo largo de los años han aprendido a enmascarar una cruda realidad detrás de grandilocuentes proclamas y declaraciones en muchos casos radicalmente contrarias a los actos que amparaban y trataban de justificar.

La mitificación de una cruel convulsión social como fue la revolución francesa es un ejemplo claro de ello. Nada parece quedar de la horrible violencia desatada, del sufrimiento de tantas víctimas inocentes, cuando la fascinación hace decir a muchos:

 
“El proceso liberador de la Revolución Francesa desemboca en movimientos independentistas transformando los continentes, incluída Europa, dibujando el mapa político mundial una vez y otral.”

 
Llamar ‹‹ proceso liberador›› a una guerra civil forma parte del eufemismo. Todas las guerras son ‹‹procesos liberadores››, imposible encontrar una que no haya sido calificada así por los vencedores, pero son guerras y producen víctimas.

La sociedad occidental tiene una herida difícil de cerrar: nació legitimando el uso de la violencia como medio para conseguir fines políticos.

Occidente tiene escasos argumentos frente al terrorismo, interno o externo, porque éste es heredero de esa concepción ideológica por la que se puede matar por una causa. Los terroristas de cualquier especie también pretenden sus propios ‹‹procesos liberadores››.

El eufemismo fascinador interesado continúa atribuyendo a la RF los movimientos de independencia coloniales, cuando la realidad fue justamente la contraria, siendo la rebelión contra el rey de Inglaterra de las colonias americanas y su independencia como Estados Unidos de América el 4 de julio de 1776 la que demuestra que el poder de los reyes no es inquebrantable y que puede existir un estado sin monarquía. Este contagio provocó en Francia una horrible guerra civil y poco a poco fue extendiéndose por muchas colonias europeas en los dos siglos siguientes, sembrados de conflictos bélicos de carácter independentista, a excepción de India, nación que demostró, alrededor de un líder moral, Ghandi, que existen ‹‹procesos liberadores›› sin crímenes y que aquéllos no justifican éstos. Obviamente, también hay estados europeos que no han sufrido revolución alguna, en los que sus ciudadanos gozan de iguales derechos democráticos que los del estado francés, lo que también evidencia que el acceso a ellos no pasa necesariamente por la violencia y el crimen. Sin embargo, el eufemismo fascinador revolucionario permanece en muchos. Quizá sea el propio carácter violento el que fascina, considerado como una especie de “venganza histórica” de forma más o menos consciente.

La dinámica perversa del poder utiliza la moral social como respaldo de acciones absolutamente contrarias a ella, muchas veces con gran descaro y el menor de los disimulos.

En su declaración de independencia, T. Jefferson se atreve a poner a Dios de su parte delante de sus conciudadanos, justificando sus ambiciones políticas y el inicio de una guerra fratricida:


Cuando en el curso de los acontecimientos humanos se hace necesario para un pueblo disolver los vínculos políticos que lo han ligado a otro y tomar entre las naciones de la tierra el puesto separado e igual a que las leyes de la naturaleza y el Dios de esa naturaleza le dan derecho...”

“Por lo tanto, los Representantes de los Estados Unidos de América, convocados en Congreso General, apelando al Juez Supremo del mundo por la rectitud de nuestras intenciones, en nombre y por la autoridad del buen pueblo de estas Colonias, solemne-mente hacemos público y declaramos: Que estas Colonias Unidas son, y deben serIo por derecho, Estados Libres e Independientes...”

 
¿Por qué T. Jefferson no aplicó ese primer párrafo a las naciones indias que habitaban originariamente esos territorios respecto de los colonos, es decir, de ellos mismos?

El propio autor del artículo que estamos comentando dice:

 
“El lema revolucionario, ‹‹ Liberté, Egalité, Fraternité››, de raíz cristiana, impulsará los cambios sociales...”

 
como si cediendo cierto protagonismo al Cristianismo, recibiera de él su respaldo ante el sector popular que profesa la fe cristiana.

La moral cristiana no admite dudas en relación con la violencia. Jesucristo completa el mandanto de su Padre: “No matarás” de un modo rotundo:
 

“Oísteis que fue dicho a los antiguos: ‹‹No matarás ››... Pero yo os digo que todo aquél que se encoleriza contra su hermano, será reo de condena...

Oísteis que se dijo: ‹‹Ojo por ojo y diente por diente ››. Mas yo os digo: no resistáis al mal; y si alguno te abofetea en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quisiere pleitear contigo y quitarte la túnica, déjale también el manto...
 
Oísteis que se dijo: ‹‹Amarás a tu prójimo ›› y odiarás a tu enemigo, mas yo os digo: amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen...” Mt 5,21-38 y 43.

 
Estos mandatos genuinamente cristianos podrán ser considerados muy difíciles de cumplir, o imposibles, pero es obvio que nunca se podrá nombrar a Dios para justificar un conflicto violento.

Estos son ejemplos de eufemismos que deforman la realidad y encierran una profunda contradicción, una incompatibilidad total e imposible, y, sin embargo, se expresan sin recato para buscar una aprobación popular o de un sector social.

 
“(El lema revolucionario, Liberté, Egalité, Fraternité)... impulsará los cambios sociales que desembocarán tras dos siglos de conquistas por los estratos sociales inferiores, en el modelo occidental.”

Los cambios sociales promovidos con la violencia no modifican sustancialmente la estructura del Poder, más bien la reproducen. El mismo autor reconoce más abajo,
 

“En cierto sentido ha reproducido el modelo imperial comportándose como la metrópoli del planeta que explota.”

 
Tras la cruenta rebelión, los sublevados se han constituido en las nuevas élites del mundo y la supuesta “Egalité” que promovían se cierra dentro de sus estados como anteriormente se cerraba entre los allegados a los nobles contra quienes se rebelaron. Simplemente, la familia de “privilegiados” es ahora más numerosa, pero su actitud respecto de los miserables del mundo es la misma que lo fue entonces: el olvido. Vista la realidad posterior, no se trató tanto de destruir una estructura social injusta y desigual como de derribar a los privilegiados para ocupar su lugar. Ningún estado heredero de la “Fraternité”  ha planteado cosas como una Sanidad planetaria costeada entre todos los países en función de sus recursos, ni comparte su presupuesto con los países del Tercer Mundo: un exiguo 0,7%  es una cuota inalcanzable. Mientras el mundo occidental vive la civilización del ocio en el estado del bienestar, muchos seres humanos viven la civilización del hambre en el estado de la miseria, tras más de dos siglos de haber sustituído la moral religiosa por la ética de consenso y con unos recursos tecnológicos al parecer enormes y suficientes para constituir un fundamento ético, junto con el reconocimiento de la igualdad humana. Pero el único reconocimiento de hecho es el de la igualdad entre las diferentes castas de la nueva élite del mundo occidental: franceses, españoles, alemanes, británicos, ... cuyas pequeñas desigualdades se nivelan continuamente con movimientos institucionales de dinero, (p. ej., fondos de cohesión). Mientras, la desigualdad con el resto del planeta sólo encuentra el apoyo decidido y de mínimos recursos  de algunas organizaciones civiles y religiosas, fundamentalmente cristianas.

Hoy el consumismo desaforado en el mundo occidental alcanza cotas insultantes y escandalosas. Un joven despilfarra en diversión del fin de semana más de lo que muchas familias en el mundo dispondrán para alimentarse durante un mes o más. Hablamos de un uso sostenible de la energía y gastamos litros y litros de combustible sólo en cambiar de bares de copas. Las desigualdades pre-revolucionarias eran de menor calado que las de hoy, pero los “privilegiados” de hoy no quieren comparar. Efectivamente, como bien dice el autor del artículo, los ciudadanos occidentales estamos demasiado ocupados “instaurando un nuevo orden basado en la óptica individual...”

Es preciso elevarse a un mundo virtual, inexistente, para que el hombre occidental pueda hablar de que su modelo de sociedad defiende una “ética común y no reservada a una élite...” ¿Pueden los pobres del mundo votar leyes de transferencia de dinero de países ricos a pobres para la construcción de hospitales y escuelas? Rotundamente no. En nuestra democracia sólo votan los ricos y sus hijos.

El eufemismo es ya una herramienta común que los gobernantes emplean para “vestir de bonito” actuaciones más que discutibles y enmascarar la verdad de sus objetivos, para engañar, en definitiva, a sus ciudadanos. Las calculadas imágenes de militares en misión de ocupación suministrando medicamentos a civiles son un ejmplo más, aunque la ingenuidad del autor parezca creer que el objetivo militar es la mejora de la sanidad del país invadido.

La referencia al aborto provocado como “interrupción voluntaria del embarazo” es otro ejemplo patente de un eufemismo que pretende rebajar la gravedad moral de lo que se va a hacer.

Pero este ansia por ocultar la verdad no solo abarca cuestiones graves, sino que se ha convertido ya en un modo de ejercer el poder a todos los niveles: engañar al ciudadano para mantener su apoyo o evitar su desaprobación y los perjuicios que el gobernante pudiera recibir. Así, se dice que el “índice de crecimiento del desempleo se ha reducido...”, para no decir que el paro ha seguido creciendo; “se van a reequlibrar ingresos y gastos”, en lugar de referirse a una subida de impuestos...

También el individuo ha descubierto la utilidad del eufemismo para adormecer su conciencia, edulcorando la realidad para eludir la responsabilidad de una reacción coherente y comprometida, sea hacia sí mismo o hacia los demás. Así, los ciudadanos ya no se emborrachan, término que expresa la crudeza de un exceso peligroso y adictivo, sino que “sufren intoxicación etílica”, como si se tratara de una afección involuntaria; tampoco son “gordos ni obesos”, palabras que muestran poco control y un abuso perjudicial de la comida, sino personas “afectadas de sobrepeso”, es decir, tampoco tienen responsabilidad alguna en lo que les ocurre...

¿Cómo se puede ser libre en el enjambre de la mentira?

Y sin embargo,

 
‹‹ ¿Por qué he de decir la verdad si mintiendo obtengo un beneficio o evito un perjuicio? Esta pregunta no tiene una clara respuesta desde una ética sin Dios. De hecho, en la sociedad occidental se aprecia una creciente fascinación por la mentira, que tiene ya el rango de un derecho: Derecho a mentir.››

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Hasta el próximo artículo, si Dios quiere.
 
Winston Smith

Imagen tomada de: http://amen-amen.net/hector-leites/etica-y-moral/etica-y-moral-en-la-iglesia-evangelica/  

lunes, 10 de septiembre de 2012

Aborto: Yo también fui cómplice

La aceptación del aborto en la mentalidad, en las costumbres y en la misma ley es señal evidente de una peligrosísima crisis del sentido moral, que es cada vez más incapaz de distinguir entre el bien y el mal...
... La gravedad moral del aborto procurado se manifiesta en toda su verdad si se reconoce que se trata de un homicidio.” (Evangelium Vitae, J.Pablo II. 1995)
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      A todos los católicos que pasen por este lugar les digo:
      A partir de la realidad constatable en nuestra sociedad de estas afirmaciones de S.S. J. Pablo II, y de que la ley del silencio del abortismo y del olvido de los no nacidos también se ha impuesto sobre una gran cantidad de católicos, he reunido en esta obra, Aborto: Yo tambén fui cómplice”, mis investigaciones, mis estudios y mis experiencias en defensa de los seres humanos que viven aún en el vientre materno, tanto las del testimonio delante del abortorio como las de la discusión con defensores del aborto. Puesto que el silencio, y la consiguiente inhibición, proceden en muchos casos del desconocimiento de lo que es el aborto y de cuanto lo rodea, repaso en ella, rebatiéndolos uno a uno, los mitos en los que basa su fundamento, demuestro sus verdaderas motivaciones, desenmascarándolo de sus excusas, y muestro en qué consiste y cómo se practica el aborto, cómo son esos fetos y cómo se les mata. Porque conocer la verdad del aborto es conocer todo eso. Porque la conciencia de muchos católicos está a punto de olvidarse, si no lo ha hecho ya, de que cada aborto provocado es un homicidio.
      Y, por otro lado, con esta obra pretendo ayudar a romper el silencio de los sacerdotes, su olvido de los pequeños prójimos por nacer, aún más estridente y ruidoso que el de sus feligreses, porque nace del miedo, del temor a la obligación de abrir los ojos de los fieles, del miedo a liderar el testimonio cristiano en favor de tantas y tantas víctimas inocentes: De lo que no se habla, no existe.
      El libro está disponible en versión eBook, totalmente gratuita, y en edición impresa, al precio de coste, (9,65 € + IVA y gastos de envío), en el sitio
y ha nacido con la vocación de contribuir a la formación moral en todos los grupos y ámbitos católicos.
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Hasta el próximo artículo, si Dios quiere,
Winston Smith

viernes, 27 de julio de 2012

UNA ÉTICA PARA LA SOCIEDAD TECNOLÓGICA: EL CRISTIANISMO. (V)


5.  Ciencia, Sabiduría y Fe.

 “En 2009 el British Council ha realizado una encuesta en varios países desarrollados sobre 11.000 personas de las que 7.000 afirmaban conocer la teoría evolutiva. El 53% mundial deseaba que en la enseñanza se presentara junto a la evolución, a la ‹‹teoría ›› creacionista. Revela el peso de las tradiciones sobre la evidencia científica.”

Ciertamente la última frase es muy reveladora de la arrogancia y vanidad del “cientifismo”, movimiento que, a diferencia de la ciencia, desprecia las hipótesis contrarias desde la prepotencia, sin haber demostrado su falsedad. Si bien la religión no “demuestra” la existencia de Dios, la ciencia tampoco ha demostrado su inexistencia. Negar lo intangible, lo que no se ve, lo desconocido por los medios disponibles en cada momento, ha sido siempre una manifestación más supersticiosa que científica, una actitud vanidosa que ha hecho caer en el ridículo a hombres de ciencia en el pasado.

En realidad, con el cientifismo ocurre como tantas otras veces, que no es sino la coartada racionalizada de un sentimiento previo, en este caso el desprecio a toda hipótesis que implique la existencia de Dios, inadmisible para quienes profesan la fe en su no existencia y tienen como objetivo preferente la eliminación de los principios y valores cristianos como fuente inspiradora de la ética en la sociedad occidental. En una sociedad tan pagada de sí misma como ésta, nada con mejor acogida que la ciencia para ser colocada en el lugar de Dios. Eso sí, una ciencia limitada, que para cumplir el objetivo que se le requiere no admita más realidad de la que “cabe” en los “ejes cartesianos de la Mecánica clásica” y esté fundamentada en el postulado de la inexistencia de Dios.

“Una ética de fundamento científico (por el conocimiento) y aliento humano (por el reconocimiento de la igualdadd humana).”

Es absurdo pensar que la ciencia y el conocimiento que proporciona puedan constituir un fundamento ético, definir lo bueno y lo malo, ni a nivel individual ni colectivo. El fin último de la convivencia y la vida lo establece el hombre en la búsqueda de su felicidad y la ciencia es sólo un instrumento para lograrlo, perfeccionando y aumentando la eficacia de los actos humanos, buenos o malos. Así, el conocimiento técnico-científico sirve tanto para curar mejor como para matar más.

Esto es una obviedad incluso para el autor de la cita anterior, que esconde realmente un subterfugio, una coartada para eliminar a Dios y con Él, los límites morales a nuestros deseos y conveniencias. Una prueba clara de esta segunda intención oculta, de este “doblepensar” en terminología de G. Orwell, se pone en evidencia cuando el autor justifica el aborto provocado:

“La sensibilidad social dará forma jurídica a los derechos de la madre y el nasciturus si entran en colisión, pero la evidencia científica es sólo descriptiva.”

A unas páginas de distancia ya no es el conocimiento sino la “sensibilidad social” el fundamento de la ética. Sorprendente, pero ilustrativa de las intenciones reales y anteriores que se esconden tras la apariencia racionalista, una contradicción tan rotunda en las pocas páginas del artículo. El autor mismo reconoce que el conocimiento científico no puede ser fundamento ético y el “aliento humano”, “la igualdad”, quedan en “agua de borrajas” frente a los intereses y conveniencias, “la sensibilidad social”, de los más fuertes en una sociedad sin Dios.

Dice el autor que: “Siendo evidente que todos los seres humanos han seguido la secuencia óvulo fecundado, embrión, feto, no puede deducirse que todos los fetos, embriones u óvulos fecundados sean personas humanas...” olvidando, tendenciosamente, enunciar la secuencia completa del mismo ser humano: óvulo fecundado, embrión, feto, bebé, niño, adolescente, joven, adulto y anciano, a quien la “sensibilidad social” se ha dado a sí misma la facultad de decidir en cada momento qué etapas recibirán la consideración jurídica de “persona”, (la ciencia se limitará a afirmar que son todas diferentes etapas del desarrollo de un mismo ser humano), y cuáles no, pudiendo ser entonces exterminadas sin necesidad de explicación.

Este mismo argumento estaba implícito en el exterminio nazi de discapacitados, deficientes, gitanos y judíos, una “sensibilidad social” que quitaba la condición de personas a los individuos de los grupos mencionados. “Sensibilidad” que también soportó la idea de la esclavitud de los individuos de raza negra, disminuídos en su condición de persona y en su condición de igualdad por esa misma “sensibilidad” definida por  “consenso pragmático de la mayoría”.

Edmund Burke, escritor y filósofo irlandés del siglo XVIII hizo célebre su frase:

Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada”

Quizá la mayor gravedad del problema ético que plantea el aborto provocado no venga tanto de la mano de quien lo practica en situaciones de mayor o menor presión, (siempre ha habido crímenes y desgraciadamente seguirá habiéndolos), sino de tantos intelectuales y librepensadores que con absoluta frialdad e indiferencia hacia la vida humana reclaman respetarlo como fruto de la “sensibilidad social”.

Todo esto viene a demostrar que en una sociedad desprovista de la ética cristiana cualquier aberración es posible y resulta justificada, sin modo de evitarla, porque la conveniencia de los más fuertes se impone finalmente sobre los débiles.

Cuando se habla, en referencia al modelo occidental, de la opción de una ética nacida del conocimiento y la equidad, parece también olvidarse que en el seno de esa “burbuja”, y únicamente en el último siglo, el mundo occidental ha vivido dos guerras mundiales con millones de víctimas, un genocidio masivo de inspiración racista, el exterminio de los disidentes en la construcción de la “utopía socialista”, una guerra civil que en un solo estado europeo provocó más de un millón de muertos, una guerra fría que a punto estuvo de haber terminado con la vida del planeta en vaias ocasiones y la exportación desde la “burbuja” de la violencia, la rapiña y el expolio al resto del mundo.

No hay un siglo tan macabro y nefasto como ése en toda la historia humana, medido, no en términos de propaganda para autoconsumo en el interior de la burbuja, sino en número de vidas humanas aniquiladas dentro y fuera de un imperio hegemónico, el siglo que algunos ven como el paradigma del conocimiento científico y del reconocimiento de la igualdad humana, que desplazan a Dios como fundamento ético.

Otro consecuencia del endiosamiento provocado por el cientifismo ha sido la pérdida de la sabiduría, reemplazada por una acumulación “consumista” de conocimientos técnicos. Sin embargo, la sabiduría va más allá del conocimiento e implica un saber humanizado que descubre un sentido íntimo de la vida y la muerte; una armonía personal con los demás y con el mundo, profundamente integradora, en la que todo tiene un lugar, un momento y un fin, ciencia incluída; una razón moral para decidir unestros actos subordinando deseos y apetitos, todo para una mayor felicidad de los hombres.

Como ya se ha señalado, en la historia reciente regímenes políticos como el nazismo y el comunismo soviético, hicieron un verdadero alarde tecnológico- (ciencia práctica), pero es obvio que no consiguieron una mayor felicidad para los hombres, ni siquiera para ellos mismos.

La sabiduría es atemporal y no depende del conocimiento. A diferencia de éste, puede encontrarse en cualquier época, en mayor medida que en otras posteriores o anteriores.

Por ello es una arrogancia pueril despreciar las generaciones pasadas, incluso antiguas, por ser más pequeño su “cajón” de conocimientos técnicos. Porque pueden haber sido mucho más sabias que el hombre de hoy, y esta actitud le impedirá aprender de esa sabiduría.

“¿Qué hombre conoce el designio de Dios, quién comprende lo que Dios quiere? Los pensamientos de los mortales son mezquinos y nuestros razonamientos son falibles; porque el cuerpo mortal es lastre del alma y la tienda terrestre abruma la mente que medita. Apenas conocemos las cosas terrenas y con trabajo encontramos lo que está a mano: ¿Pues quién rastreará las cosas del cielo, quién conocerá tu designio, si tú no le das sabiduría enviando tu Santo Espíritu desde el cielo? Sólo así fueron rectos los caminos de los terrestres, los hombres aprendieron lo que te agrada; y la sabiduría los salvó.” Sab 9,13.

“Se dijeron, razonando equivocadamente: La vida es corta y triste, y el trance final del hombre, irremediable; y no consta de nadie que haya regresado del abismo.

Nacimos casualmente y luego pasaremos como quien no existió; nuestro respiro es humo, y el pensamiento, chispa del corazón que late; cuando ésta se apague, el cuerpo se volverá ceniza y el espíritu se desvanecerá como aire tenue... Nuestra vida es el paso de una sombra, y nuestro fin, irreversible...

¡Venga! A disfrutar de los bienes presentes, a gozar de las cosas con ansia juvenil; a llenarnos del mejor vino y de perfumes, que no se nos escape la flor primaveral... que no quede pradera sin probar nuestra orgía...

Atropellemos al justo que es pobre, no nos apiademos de la viuda ni respetemos las canas venerables del anciano; que sea nuestra fuerza la norma del derecho, pues lo débil –es claro— no sirve para nada.

Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: Se opone a nuestras acciones, nos echa en cara las faltas contra la Ley, nos reprende las faltas contra la educación que nos dieron...” Sab 2,1.

El libro de la Sabiduría también nos previene del envanecimiento científico cuando se deslumbra por ser capaz de descubrir las maravillas de lo creado y no busca en ellas a su Creador:

“Eran naturalmente vanos todos los hombres que ignoraban a Dios, y fueron incapaces de conocer al que es partiendo de las cosas buenas que están a la vista, y no reconocieron al artífice fijándose en sus obras... Con todo, a éstos poco se les puede echar en cara, pues tal vez andan extraviados buscando a Dios y queriéndolo encontrar; en efecto, dan vueltas a sus obras, las exploran, y su apariencia los subyuga, porque es bello lo que ven.

Pero ni siquiera éstos son perdonables, porque si lograron saber tanto que fueron capaces de averiguar el prinicipio del cosmos, ¿cómo no encontraron antes a su Dueño?” Sab 13,1.

Sin embargo, desde la Revelación, Fe y razón no son incompatibles, sino complementarias:

“El hombre se prueba en su razonar; el fruto muestra el cultivo de un árbol; la palabra, la mentalidad del hombre; no alabes a nadie antes de que razone, porque ésa es la prueba del hombre.” Eclo 27,5.

Fe y soberbia, sí lo son.

“No se gloríe el sabio de su saber, no se gloríe el soldado de su valor, no se gloríe el rico de su riqueza; quien quiera gloriarse, que se gloríe de esto: de conocer y comprender que soy el Señor, que en la Tierra establece la lealtad, el derecho y la justicia y se complace en ellas –oráculo del Señor---.” Jer 9,22.

“El hombre no adivina su momento: como peces cogidos en la red, como pájaros atrapados en la trampa, se enredan los hombres cuando un mal momento les cae encima de repente.” Ecl 9,12.

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Hasta el próximo artículo, si Dios quiere.

Winston Smith

Imagen tomada de http://www.edsanpablo.com/catalogo_esp/index.php?main_page=product_info&products_id=221

jueves, 31 de mayo de 2012

UNA ÉTICA PARA LA SOCIEDAD TECNOLÓGICA: EL CRISTIANISMO. (IV)


4.  Moral cristiana y Ética de consenso.

Es obvio que la Moral Cristiana integra en sí misma el bien individual, (la salvación), con el bien común, llenando de sentido cualquier acto de renuncia o sacrificio personal por el bien de los demás, acto que siempre quedará orientado a la vida eterna.


La Moral de consenso, sin embargo, no puede hacer esta integración, salvo en situaciones de abundancia donde todos reciben y disfrutan bienes. Pero en situaciones  que requieran esfuerzo y sacrificio el consenso no aporta la fuerza interior necesaria para una renuncia individual en beneficio de otros sólo porque lo establece una “mayoría” que hoy dice una cosa y mañana puede decir otra, incluso contraria, declarando ilegal lo que hoy es legal según los intereses de los grupos de poder. En la moral de consenso nada es estable y esencialmente verdadero; todo es relativo y nada merece una fidelidad comprometida, nada merece la pena arriesgar lo propio, porque todas las ideas y valores, los ideales, sucumben ante conveniencias circunstanciales y consensos transitorios que hacen de esta moral  un simple modo de justificar cualquier medio para conseguir un objetivo deseado. El sacrificio personal no reporta ganancia alguna y aunque se exija hoy, puede ser considerado absurdo o ridículo mañana por un poder político cambiante. Responsabilidad, compromiso, obligación, fidelidad, son valores que tienden a desaparecer bajo una libertad individual que sólo busca satisfacer deseos e intereses.

Quitar a Dios de su sitio y ponerse el hombre en su lugar significa despreciar su Ley y cambiarla por otra humana, que convierte el pecado en derecho, una ley que justifica por razón de conveniencia lo que la ley divina prohibe: la violencia, el adulterio, el expolio, la mentira y la codicia, una ley que a menudo se disfraza de puro eufemismo hipócrita, escondiendo objetivos miserables detrás de proclamas grandilocuentes que deforman la realidad y anestesian la débil y decadente conciencia moral.

El resultado de la moral de consenso es un paulatino debilitamiento de la conciencia individual, la disolución de los vínculos morales que cohesionan a los individuos, al destruir el soporte moral de referencia objetiva, externa al individuo, que le ayuda a identificar sus actos como buenos o malos. Nada hay bueno o malo por sí mismo: Es el poder político quien decide lo que está bien y lo que está mal en cada circunstancia y momento. Desaparecida la conciencia como motor de nuestros actos, sólo quedan la conveniencia, el poder, el dinero y el miedo como verdaderos motores de la conducta humana, y la fuerza del poder, el único elemento aglutinador de los ciudadanos, incapaces de auto-limitarse éticamente.

Todos estos factores inducen un gran aislamiento entre los individuos, cada vez más controlados por el poder y cada vez más incapaces de enfrentarse a él y de demostrarle que son ellos la fuente de su autoridad, de percibir que es en su mutua ayuda donde reside la fuerza de la cohesión social. Es la “civilización del egoísmo”, que avanza disfrazada de derechos individuales hacia un estado de parasitismo social esclavizante y sumamente dependiente del poder, truculentamente denominado “estado del bienestar”, en el que cada vez más individuos del mundo privilegiado eluden la propia responsabilidad sobre sus actos y sus vidas, cargándola sobre los demás, difuminados en un estado cada vez más poderoso y controlador, que se presume poseedor de recursos económicos y tecnológicos inagotables.

Poco a poco, bajo apariencia y formalidad “democráticas”, la sociedad sin ética religiosa se desliza por el camino del totalitarismo hacia la pérdida de la libertad, bajo un sometimiento demagógicamente “aceptado por la mayoría”, donde toda crítica, discrepancia y oposición, irán siendo progresivamente erradicadas por ser “contrarias” al bien general.

Sociedades así han sido ya anticipadas en obras literarias como “1984”, de G. Orwell,  “Un mundo feliz”, de A. Huxley, o en películas como “Matrix”, de los hermanos Wachowski, y, de hecho, cualquier librepensador que analiza las consecuencias de una moral de consenso, exenta de principios y valores inmutables,  aún mediatizado por la vanidad del embelesamiento científico, descubre entre sus efectos la decadencia de la conciencia individual e intuye  sombrías perspectivas que se abaten sobre la sociedad occidental en un futuro más o menos lejano.


“Es dramático que ignorar una y otra (protección de la humanidad y de la biosfera), sólo agrava el presente y oscurece el futuro.”

 “La actualización ética para la supervivencia debería articular la colaboración, la ayuda mutua, el enriquecimiento cultural, el apoyo a cualquier sector marginado y el rechazo a la violencia.”


Desde la sola razón se llega a los valores de la ética cristiana, pero sólo la Fe cristiana les da la fuerza necesaria para que constituyan el motor de la conducta del hombre.

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Hasta el próximo artículo, si Dios quiere.

Winston Smith

 
Imagen tomada de: http://amen-amen.net/hector-leites/etica-y-moral/etica-y-moral-en-la-iglesia-evangelica/

lunes, 28 de mayo de 2012

UNA ÉTICA PARA LA SOCIEDAD TECNOLÓGICA: EL CRISTIANISMO. (III)

3.  La Ley de Dios desde la razón humana.




La Ley que Dios entregó a Moisés en los albores de la historia de Israel, posteriormente, en un momento histórico concreto, es perfeccionada y extendida a toda la humanidad por Jesucristo, el Hijo de Dios, que se muestra hombre como nosotros, sometiéndose a la injusticia de una humanidad prepotente y soberbia para enseñarnos que con Él, y por medio de Él, también nosotros venceremos a la muerte.

Los Mandamientos de la Ley de Dios constituyen la fuente de la Moral Cristiana y, aunque transgredibles desde la libertad humana, son inmutables porque no provienen de acuerdo humano sino que son de origen divino, y con ellos Dios nos ha definido el Bien y el Mal, que serán así siempre, sin que esto pueda cambiarlo el hombre, ni por conveniencia individual ni colectiva o de consenso.

La Moral, o la Ética, no son otra cosa que un orden específicamente humano que establece lo que está Bien y lo que está Mal y orienta al individuo en la elección entre opciones, una guía de nuestra libertad que la ordena coherentemente a un Fin último por medio de la conciencia indvidual: La salvación tras la Resurrección, en la Moral Cristiana.

El hombre es criatura de Dios y ha sido hecho a imagen y semejanza de su Creador. La relación entre ambos se identifica con la de Padre e hijo, una relación que engendra, promueve y protege la vida, en la que la autoridad sobre el Bien y el Mal reside en el Padre, que conoce lo desconocido para el hombre, las respuestas a las preguntas que no sabe responder. No se trata, pues, de un Dios tirano que entrega al hombre una Ley arbitraria y difícil con el único objeto de castigarle ante la seguridad de un cumplimiento imposible, sino la Ley que le llevará a su eterno destino gozoso en el cielo, que le da la vida y la mantiene, como individuo y como pueblo, aquí en la Tierra.

El análisis razonado de la Ley de Dios, núcleo de la moralidad cristiana, enseña que es una Ley que protege y salvaguarda la vida humana terrena, planteando la supervivencia del hombre desde criterios de generosidad, respeto, igualdad, defensa y ayuda a los débiles y desfavorecidos. Su línea maestra, su resumen, el amor a Dios reflejado en amor al prójimo, es esencialmente contraria a la de otras concepciones basadas en la violencia y el dominio propios de la dinámica del poder humano, que desde el egoísmo busca la supervivencia a través del sometimiento del débil por el fuerte.


“Dios ha pronunciado las siguientes palabras:

-- Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud.

 ‹‹No tendrás otros dioses rivales míos. No te harás ídolos...››

‹‹No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso ››

‹‹Fíjate en el sábado para santificarlo ››

‹‹Honra a tu padre y a tu madre ››

‹‹No matarás ››

‹‹No cometerás adulterio ››

‹‹No robarás ››

‹‹No darás falso testimonio contra tu prójimo ››

‹‹No codiciarás los bienes de tu prójimo ››

‹‹No codiciarás la mujer de tu prójimo ›› Ex 20.

“Maestro, ¿cuál es el mayor mandamiento de la Ley? Él le dijo: ‹‹ Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu entendimiento›› (Dt 6,5). Éste es el mayor y primer mandamiento. Semejante a éste es el segundo: ‹‹Amarás a tu prójimo como a ti mismo›› (Lev 19,18). De estos dos mandamientos pende toda la Ley y los profetas.” Mt 22,36.

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Hasta el próximo artículo, si Dios quiere.

Winston Smith


Imagen tomada de http://www.editorialvidauniversal.es/libros-gratis/el-mensaje-de-la-verdad/los-diez-mandamientos-de-dios.html

lunes, 14 de mayo de 2012

UNA ÉTICA PARA LA SOCIEDAD TECNOLÓGICA: EL CRISTIANISMO. (II)


2.  La crisis ética según la Revelación bíblica.

En primer lugar, el autor bíblico nos advierte que no hay situaciones nuevas en el corazón del hombre, que la condición humana es igual hoy que ayer y que sólo cambian las circunstancias y las formas, pero no el fondo ni el contenido de nuestra propia naturaleza. Son simplemente la vanidad y la conveniencia las que nos hacen ver la realidad de otro modo.

“Una generación se va, otra generación viene… Sale el sol, se pone el sol, jadea por llegar a su puesto y de allí vuelve a salir… Todos los ríos caminan al mar y el mar no se llena; llegados al sitio donde caminan, desde allí vuelven a caminar… No se sacian los ojos de ver ni se hartan los oídos de oír. Lo que pasó, eso pasará; lo que sucedió, eso sucederá: Nada hay nuevo bajo el sol. Si de algo se dice: ‹‹Mira, esto es nuevo››, ya sucedió en otros tiempos mucho antes de nosotros. Nadie se acuerda de los antiguos y lo mismo pasará con los que vengan: no se acordarán de ellos sus sucesores.” Ecl 1,4-11.

La Biblia nos enseña que desde el origen de la vida del hombre en la Tierra, la soberbia le invita una y otra vez a rechazar que sea Dios quien le enseñe qué son el Bien y el Mal, y a decidirlo por sí mismo.

“-Puedes comer de todos los árboles del jardín; pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no comas...” Gen 2,17.

Pero Adán y Eva comieron.

También nos advierte que siempre que el hombre ha cedido a esa prepotencia y se ha puesto en el lugar de Dios, se ha introducido en una dinámica de dolor, de violencia y de muerte que le mueve a su propia destrucción.

“... porque el día en que comas de él, tendrás que morir.” Gen 2,17.

“Al ver el Señor que en la Tierra crecía la maldad del hombre y que toda su actitud era siempre perversa, se arrepintió de haber creado al hombre... La Tierra estaba corrompida ante Dios y llena de crímenes. Dios vio la Tierra corrompida, porque todos los vivientes de la Tierra se habían corrompido en su proceder.

El Señor dijo a Noé: ‹‹Veo que todo lo que vive tiene que terminar, pues por su culpa la Tierra está llena de crímenes››” Gen 6,5-11.

Asimismo, el autor bíblico nos muestra que el punto de partida de este movimiento autodestructivo es, frecuentemente,  la abundancia de bienes. En muchos pasajes bíblicos se señala que la abundancia es el inicio de la rama destructiva de un malévolo ciclo:

Abundancia → Soberbia → Olvido de Dios y su Ley → Egoísmo → Violencia, dolor y muerte

Así, en la abundancia del Edén, Adán y Eva desobedecen a Dios y pierden el paraíso, conociendo el sufrimiento y la muerte a partir de entonces.

“Mira, éste fue el delito de Sodoma, tu hermana: Soberbia, hartura de pan y ociosidad excesiva tuvieron ella y sus villas, pero no dio una mano al desgraciado y al pobre. Se engrieron frente a mí cometiendo abominaciones, y las quité de enmedio en cuanto lo vi.” Ez 16,49.

“Dos cosas te he pedido; no me las niegues antes de morir: Aleja de mí falsedad y mentira; no me des riqueza ni pobreza, concédeme mi ración de pan; no sea que me sacie y reniegue de ti, diciendo: ‹‹¿Quién es el Señor?››; no sea que, necesitado, robe y blasfeme el nombre de mi Dios.” Prov 30,7.

“Jesús dijo entonces a sus discípulos: En verdad os digo: ¡Qué difícilmente entrará un rico en el Reino de los cielos! También os digo que más fácil es que un camello entre por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios.” Mt 19,23.

Para guiarlo por la “senda estrecha” hacia su salvación, Dios entregó al hombre sus Mandamientos en la antigüedad de nuestra civilización y constituyeron la Ley en torno a la que se cohesionó un pueblo, Israel, cuya historia es también la historia cíclica de una humanidad siempre debatiéndose entre la aceptación y el olvido de Dios. A través de ella, Dios se nos revela y nos pone de manifiesto que su Ley es un anticipo de la vida eterna aquí en la Tierra, avisándonos de las consecuencias de su incumplimiento.

En el desarrollo histórico del pueblo judío, el autor bíblico nos muestra cómo una y otra vez se suceden dolorosos períodos para Israel cuando se olvida de Dios, con otros dichosos cuando humilde, abatido y arrepentido, vuelve sus ojos a Él, tras el desastre social. Un largo ciclo de dicha y sufrimiento en el que la arrogancia de una generación que vive en la abundancia conduce a la destrucción del pueblo, y la humillación de un “resto” que vuelve sus ojos a su Creador,  le devuelve la salvación, su restauración.

Esto queda magníficamente descrito en el texto de Nehemías 9,25-37:

“Conquistaron fortalezas y una tierra fértil; poseyeron casas rebosantes de riquezas, pozos excavados, viñas y olivares, y abundantes árboles frutales; comieron hasta hartarse y engordaron y disfrutaron de tus dones generosos. Pero, indóciles, se rebelaron contra Ti, se echaron tu Ley a las espaldas y asesinaron a tus profetas, que los amonestaban a volver a Ti, cometiendo gravísimas ofensas.

Los entregaste en manos de sus enemigos, que los oprimieron. Pero en su angustia clamaron a Ti, y Tú los escuchaste desde el cielo; y por tu gran compasión les enviaste salvadores que los salvaron de sus enemigos.

Pero al sentirse tranquilos hacían otra vez lo que repruebas; los abandonabas en manos de sus enemigos, que los oprimían; clamaban de nuevo a Ti, y Tú los escuchabas desde el cielo, librándolos muchas veces por tu gran compasión. Los amonestaste para que volvieran a tu Ley, pero ellos, altivos, no obedecieron tus preceptos y pecaron contra tus normas, que dan la vida al hombre si las cumple. Volvieron la espalda con rebeldía; tercamente, no quisieron escuchar.

Fuiste paciente con ellos durante muchos años, tu Espíritu los amonestó por tus profetas, pero no prestaron atención y los entregaste en manos de pueblos paganos. Mas por tu gran compasión no los aniquilaste ni abandonaste, porque eres un Dios clemente y compasivo.
...

Ciertamente, nuestros reyes, príncipes, sacerdotes y padres no cumplieron tu Ley ni prestaron atención a los preceptos y avisos con que los amonestabas. Durante su reinado, a pesar de los grandes bienes que les concediste y de la tierra espaciosa y fértil que les entregaste, no te sirvieron ni se convirtieron de sus malas acciones.

Por eso estamos ahora esclavizados, esclavos en la tierra que diste a nuestros padres para que comieran sus frutos excelentes. Y sus abundantes productos son para los reyes a los que nos sometiste por nuestros pecados, y que ejercen su dominio y su arbitrio sobre nuestras personas y ganados. Somos unos desgraciados.”

Esta actitud que Nehemías refleja es el punto final de la rama autodestructiva del ciclo más arriba mencionado, y a su vez es el punto de partida de la rama restauradora:

Violencia, dolor y muerte → Humildad → Retorno a Dios y su Ley → Empatía y generosidad → Abundancia

Este triste y doloroso ciclo en el que el hombre desde la abundancia se engríe ante Dios y se aleja de Él por un camino que le lleva al desastre y cuando acosado por el sufrimiento retorna humilde a su Dios vuelve a encontrar la vida, está maravillosamente descrito en la parábola del hijo pródigo, en el Evangelio de San Lucas, 15:

“¡Padre, dame la parte correspondiente de la hacienda!... El más joven juntó todo lo suyo, patió para lejanas tierras y allí disipó toda su fortuna, viviendo perdidamente. Después que consumió todos sus bienes, vino una muy fuerte hambre sobre aquella tierra, y comenzó a padecer necesidad... Me levantaré, iré a mi padre y le diré: ¡Padre, pequé contra el cielo y contra ti! Yo no merezco ser llamado hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros...”
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Hasta el próximo artículo, si Dios quiere.

Winston Smith

Imagen tomada del blog  http://blog.educastur.es/tendales/category/etica/

lunes, 7 de mayo de 2012

UNA ÉTICA PARA LA SOCIEDAD TECNOLÓGICA: EL CRISTIANISMO. (I)



Un saludo a todos quienes por aquí pasen. Retomo el blog iniciando una serie de artículos con la pretensión de enfocar la crisis moral de nuestra sociedad, desde una perspectiva bíblica y revelada que muestra esta sociedad inserta, anticipada y en continuidad con el Antiguo y Nuevo Testamentos, y, a partir del profundo conocimiento del hombre que las Escrituras contienen, proponer el Cristianismo como la solución que hoy también colma de sentido, valor y esperanza la vida humana.




RESUMEN

Una vez más, desde “la soberbia y la hartura de pan”, la sociedad occidental se aleja de Dios y pretende sustituir su Ley por una ética humana que está haciendo desparecer la conciencia individual, sin referentes objetivos para el Bien y el Mal, abriendo con ello una crisis moral que, como en ocasiones anteriores de la historia humana, la conducirá, con toda probabilidad, por un camino de violencia y autodestrucción.

La novedad en esta ocasión, puede ser la existencia de poderosos recursos tecnológicos para el control psíquico y represor de la población, junto a las técnicas de  manipulación genética, que están apuntando la posibilidad de fabricar humanos para ser utilizados con los fines deseados.

Es el camino hacia el colapso emprendido por la ‹‹ Civilización del egoismo››, que sólo podrá detenerse volviendo de nuevo los ojos a Dios con humildad,  recuperando la moral cristiana como medio de cohesión social desde la conciencia individual y promoviendo la ‹‹ Civilización del Amor››.



(El presente artículo está organizado como un comentario al escrito por el profesor D. Francisco García Novo, titulado “Una ética para la sociedad tecnológica”, publicado en el libro ‹‹Implicaciones Éticas en algunos debates científicos›› y editado por el Instituto de España. Las citas están extraídas de él.)



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1.  Percepción y enfoque de un problema ético en nuestra sociedad.

“Después de un largo proceso cultural, apoyado en el progreso científico y tecnológico, el comportamiento de los países desarrollados y de las minorías dominantes se articula en torno al poder, la tecnología y el control, sin rechazar la violencia para perpetuarlos.

Una humanidad sometida a sugerencias (seducciones) que la independizan de su religión y también la alejan de su origen cultural.

Tomando la sugerencia como punto de partida, el conocimiento es la clave que permite orientar el comportamiento social de las democracias occidentales en torno al bien común.

La sociedad tecnológica debería reformular su base ética incorporando la responsabilidad que supone el uso de la tecnología”
 

En mi opinión, muchos pensadores, filósofos y moralistas de la sociedad occidental están contagiados de una excesiva complacencia, amplificación y sobrevaloración de las capacidades científicas y tecnológicas actuales, y este embelesamiento les lleva a considerar como si, “tras un largo proceso cultural”, nos encontráramos en una encrucijada ética única y singular, totalmente nueva y nunca vivida en la historia humana. Es decir, un  proceso cultural lineal desde la ignorancia hasta el paradigma del conocimiento, “la burbuja tecnológica”. Y así, se contempla el problema moral desde una prepotencia involuntaria pero evidente, cuando se declara:

“Desaparecida la ética religiosa y no reconocida la ética natural, queda la opción de una ética nacida del conocimiento personal…

… y rechazadas como fuentes de Derecho las consuetudinarias, la religión (o la divinidad)… la sociedad se debate en la necesidad de organizarse por consenso democrático mediante disposiciones pragmáticas de carácter transitorio.”

Esta prepotencia, no exenta de ingenuidad, impide reconocer e identificar similares crisis ético-morales en sociedades anteriores, sobrevenidas cuando en situaciones de abundancia, los individuos se dedican al disfrute personal y egoísta, olvidando actitudes de esfuerzo cooperador y renuncia compasiva. Un movimiento hacia el egoísmo puro y duro que se describe eufemísticamente afirmando que “el individuo gana espacio para su expresión frente a los postulados religiosos”. Este presuntuoso desenfoque en el análisis de la evolución moral de una sociedad hace muy difícil, sino imposible, extraer consecuencias de anteriores y similares desviaciones de la moral individual y social.

“Parece que los ciudadanos de la burbuja tecnológica, rotas las amarras con su origen cultural, hubieran perdido los referentes éticos de su vida. ¿Qué ha quedado de las raíces éticas? ¿Qué fundamentación puede soportar ahora una actitud ética?”

Pregunta que puede reformularse de un modo menos edulcorado, más certero quizás:

Desaparecidas las bases externas de la conciencia individual, ¿para qué necesita el individuo de la “burbuja tecnológica” una ética que limite su comportamiento, que ponga algún freno a sus deseos? ¿Por qué debe privarse de lo que le apetece? ¿Por qué debe aceptar perjuicios propios que benefician a otros? ¿Por qué es necesaria una ética individual para la supervivencia de la especie? ¿Por qué es necesaria la supervivencia de la especie humana, si ello perjudica el disfrute o la conveniencia individual ahora?


Hasta el próximo artículo, si Dios quiere.

Winston Smith

jueves, 19 de enero de 2012

Hombres y mujeres, mujeres y hombres: ¿Compañía o Soledad de los dos sexos?

Mi compañero Pedro dice que está sufriendo una crisis de ansiedad importante. Hace unos años su esposa le denunció por amenazas después de una discusión. No hubo ninguna violencia física. Para su sorpresa, y la de todos nosotros, la policía se presentó en el trabajo y lo detuvo. En el juicio le condenaron a un año de alejamiento de su esposa y sus dos hijos y unos meses de cárcel que no cumplió por no tener antecedentes.

Empezó una nueva relación con otra mujer, pero su esposa le llamaba para que volviera. Él no perdona lo que hizo y, pienso que además no se fía. Tienen que mantener un mínimo contacto por los hijos, aún adolescentes. Sus resultados escolares se han resentido y Pedro dice que la madre no actúa debidamente con ellos en este terreno. Dice, además, que ella les “malmete” respecto de él y quiere enemistarlos y que en las pocas conversaciones que mantienen, siempre por teléfono, ella no hace otra cosa que reprochar y reprochar...

No hace mucho me enteré de que una conocida, Elena, está cuidando a su sobrino, un niño de 8 años, Quique. Su hermano consiguió arrebatarle la custodia a su ex-mujer, pero su esposa actual no tiene ningún interés en hacerse cargo del hijo de su marido y como éste, además, viaja mucho, Elena ha tenido que acogerlo y asumir las obligaciones de padre y madre. Una de ellas, llevarlo cuando le toca, al “punto de encuentro”, que parece ser un lugar habilitado por la Administración para que los hijos de divorciados devenidos enemigos, se puedan reunir un rato con el padre con el que no conviven.

El padre de Quique tiene otras dos hijas, de un primer matrimonio con otra mujer anterior al contraído con la madre del niño. Lleva ya 3 esposas. Una de las hijas se ha quedado embarazada y el que la embarazó no quiere saber nada de la madre ni del hijo. El otro día el hermano de Elena y su hija tuvieron una fuerte discusión en casa de Elena. Él quería que su hija abortara porque “el hijo le iba a destrozar la vida”. La hija se negó en redondo y ha decidido tener a su bebé.

Leyendo encontré en un periódico una noticia que me impresionó:

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Los españoles son los europeos que más prostitución consumen

La Asociación para la Reinserción de Mujeres Prostituidas publica una guía sobre la trata con fines de explotación sexual. El 39% de los españoles ha contratado alguna vez a una prostituta.
efe, madrid | Actualizado 26.10.2011 - 16:32
El 39 por ciento de los españoles ha contratado alguna vez los servicios de meretrices, lo que sitúa a España como el país que encabeza la lista de los países de la UE consumidores de prostitución, por delante de estados como Suiza (19 por ciento) o Austria (15 por ciento). Son datos que recoge la guía elaborada por la Asociación para la Reinserción de Mujeres Prostituidas (APRAMP) sobre la trata con fines de explotación sexual y que ha sido presentada por la presidenta de esta formación, Rocío Nieto, y por la secretaría de Estado de Igualdad, Laura Seara. ________________


Es obvio que las relaciones entre hombre y mujer están cambiando, pero no parece que para mayor gozo y felicidad de ambos y sus familias. Antes bien, parece estar creciendo la desconfianza entre sexos, el miedo a la traición, al corazón roto... Tenemos mucha libertad para romper vínculos, pero pocas cosas nos ayudan a mantenerlos, a restañar heridas... Son las consecuencias de una libertad que se mide por lo que puede romper, no por lo que mantiene.

Me dice mi esposa que siempre ha habido matrimonios con problemas, aunque no se conocieran públicamente. Yo le digo que probablemente, pero la gran mayoría de ellos tenían también la voluntad de mantenerlos y superaban los problemas que siempre se presentan. La relación hoy día parte de planteamientos excesivamente egoístas para los que ceder, reconciliarse o perdonar suenan poco menos que a humillación inadmisible: “No tengo porqué aguantar a mi marido o a mi mujer”. En el fondo, no se asume un proyecto de vida en común, sino un estoy contigo mientras me conviene, una yuxtaposición de dos individualidades que se mantienen... Y claro, de este modo no puede haber una entrega real al otro, una apuesta total por el otro, antes bien hay que mantenerse a la defensiva, por lo que pueda pasar. Y así el amor se muere, no prende, no pasa del enamoramiento. Porque el amor verdadero y completo implica una decisión de amar. Esto es lo único que puedo prometer a mi esposa, porque depende de mi voluntad, porque es mi decisión: amarla toda la vida. No puedo prometer ser rico o no enfermar pero sí puedo prometer mi amor, mi compromiso y mi fidelidad. No depende de nadie más que de mí mismo, es mi decisión. Hoy, muchos jóvenes conocen el sexo, pero no el amor. Es curioso, en el estado de la igualdad de género se han extendido por todos lados las aspiraciones del machismo de siempre: gozar sin amar. Ahora son igual de machistas hombres y mujeres, pero, ¿quién ama?

Recientemente se han publicado las estadísticas oficiales del aborto provocado en 2010. Se ha producido la escalofriante cifra de 113.031 abortos, pequeños seres humanos salvajemente destrozados en la barriga de sus madres... Y otra vez la libertad que se mide por lo que destruye, no por lo que construye; por lo que mata, no por la vida que da. Hace tiempo, ayudar a una mujer embarazada era ayudarla a tener y mantener a su hijo; hoy el estado las ayuda poniendo cerca un lugar donde poder matarlo mientras está en su vientre. Y con eso se lava las manos.

La mayoría de las que abortaron, el 75%, fueron mujeres solteras, divorciadas y separadas: sexo sin amor de los dos ni compromiso, sexo machista. Y para que el hombre lo disfrute, la mujer mata el hijo de ambos. Y para que la mujer lo disfrute como un hombre, mata el hijo de ambos. El hombre no tiene que matar a nadie. No son iguales, es falso. El aborto supedita la mujer al hombre y la convierte en criminal, aunque sus crímenes sean legales. También lo fueron los del Holocausto.

Sólo el 58% de los abortos provocados se han practicado en mujeres nacidas en España. Casi la mitad de mujeres que han abortado eran extranjeras, destacando las centro y sudamericanas, cuyos abortos suponen la cuarta parte del total. Casi el mismo número de abortos en una población muy inferior: la de las mujeres inmigrantes que vienen a cuidar de nuestros ancianos más o menos incapacitados, a sustituirnos en sus cuidados en jornadas inacabables que se juntan una tras otra con un único descanso semanal, si acaso. Cifras que muestran la cruel vulnerabilidad, debilidad e indefensión del inmigrante... ¿o hay otro modo de explicar que sean 10, 20 o 30 veces más abortistas que las españolas?

Y, ¿a quién le importa por qué abortan? No al feminismo; no al estado de la igualdad de género. Para ambos el aborto es su victoria, su medida de libertad. Ayudar a evitar un aborto va en contra del derecho a decidir. Por eso nunca encuentro grupos feministas cuando vamos a rezar delante del abortorio, porque no quieren saber nada de las razones que llevan a las mujeres abortar. Pretender ayudar a eliminarlas atenta con su sentido de libertad. El aumento en el número de abortos les hace sentirse más libres. Por eso no protestan por lo que se esconde detrás de estas estadísticas, por los dramas que muchas mujeres están viviendo en nuestro país, no les interesa, son sólo carne que nutre su libertad.

Otra conscuencia del derecho a decidir de la mujer, otro cambio, enorme, que introduce en su relación con el hombre es la paulatina destrucción de la corresponsabilidad de los hijos, que pasan a ser asunto y decisión de la mujer, y, además, por voluntad propia... ¿Alguien puede creer sensatamente que esto va a hacer más felices a las mujeres? De nuevo el machismo ganador: gozar a la mujer sin consecuencias, sin responsabilidad.

Un mundo de hombres-hombres y hombres-mujeres, en el que la mujer reniega de su naturaleza, (“No se nace mujer, se llega a ello”- Simone de Beauvoir), es represor e infeliz para ambos sexos; un mundo de hombres y mujeres, adversarios enfrentados, no tiene futuro. Para hombres y mujeres gran parte de la felicidad que en esta vida pueden encontrar proviene de su relación recíproca, cuando se cimenta en un compañerismo corresponsable de ambos sexos frente a las tareas y trabajos de la vida. Aunque ello suponga admitir que los límites de mi libertad están en el otro, porque yo así lo quiero.

Hora es de pararse a pensar, a reflexionar en qué dirección avanzaremos en los cambios de la relación entre sexos, dónde queremos llegar, si al compañerismo colaborador o a la soledad de los sexos.
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“Él, -Jesús-, les contestó: ...Ya al principio el Creador los hizo varón y hembra, y dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos un solo ser. De modo que ya no son dos, sino un solo ser; luego lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre...

... Ahora os digo yo que si uno repudia a su mujer...y se casa con otra, comete adulterio.” Mt19, 4-9.

Aunque la ley lo llame divorcio, los cristianos sabemos que es adulterio.

Aprovecho este primer artículo de 2012 para desear a todos los lectores un venturoso año de conversión, tanto a los creyentes como a los que no lo son.

Hasta el próximo artículo, si Dios quiere.


Winston Smith