La Ley
que Dios entregó a Moisés en los albores de la historia de Israel, posteriormente,
en un momento histórico concreto, es perfeccionada y extendida a toda la
humanidad por Jesucristo, el Hijo de Dios, que se muestra hombre como nosotros,
sometiéndose a la injusticia de una humanidad prepotente y soberbia para
enseñarnos que con Él, y por medio de Él, también nosotros venceremos a la
muerte.
Los
Mandamientos de la Ley de Dios constituyen la fuente de la Moral Cristiana y,
aunque transgredibles desde la libertad humana, son inmutables porque no
provienen de acuerdo humano sino que son de origen divino, y con ellos Dios nos
ha definido el Bien y el Mal, que serán así siempre, sin que esto pueda
cambiarlo el hombre, ni por conveniencia individual ni colectiva o de consenso.
La
Moral, o la Ética, no son otra cosa que un orden específicamente humano que
establece lo que está Bien y lo que está Mal y orienta al individuo en la
elección entre opciones, una guía de nuestra libertad que la ordena
coherentemente a un Fin último por medio de la conciencia indvidual: La
salvación tras la Resurrección, en la Moral Cristiana.
El
hombre es criatura de Dios y ha sido hecho a imagen y semejanza de su Creador.
La relación entre ambos se identifica con la de Padre e hijo, una relación que
engendra, promueve y protege la vida, en la que la autoridad sobre el Bien y el
Mal reside en el Padre, que conoce lo desconocido para el hombre, las
respuestas a las preguntas que no sabe responder. No se trata, pues, de un Dios
tirano que entrega al hombre una Ley arbitraria y difícil con el único objeto
de castigarle ante la seguridad de un cumplimiento imposible, sino la Ley que
le llevará a su eterno destino gozoso en el cielo, que le da la vida y la
mantiene, como individuo y como pueblo, aquí en la Tierra.
El
análisis razonado de la Ley de Dios, núcleo de la moralidad cristiana, enseña
que es una Ley que protege y salvaguarda la vida humana terrena, planteando la
supervivencia del hombre desde criterios de generosidad, respeto, igualdad,
defensa y ayuda a los débiles y desfavorecidos. Su línea maestra, su resumen,
el amor a Dios reflejado en amor al prójimo, es esencialmente contraria a la de
otras concepciones basadas en la violencia y el dominio propios de la dinámica
del poder humano, que desde el egoísmo busca la supervivencia a través del
sometimiento del débil por el fuerte.
“Dios ha pronunciado las siguientes palabras:
-- Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de
Egipto, de la esclavitud.
‹‹No pronunciarás el nombre del Señor, tu
Dios, en falso ››
‹‹Fíjate en el sábado para santificarlo ››
‹‹Honra a tu padre y a tu madre ››
‹‹No matarás ››
‹‹No cometerás adulterio ››
‹‹No robarás ››
‹‹No darás falso testimonio contra tu prójimo
››
‹‹No codiciarás los bienes de tu prójimo ››
‹‹No codiciarás la mujer de tu prójimo ›› Ex
20.
“Maestro, ¿cuál es el mayor mandamiento de la
Ley? Él le dijo: ‹‹ Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu
alma y con todo tu entendimiento›› (Dt 6,5). Éste es el mayor y primer mandamiento. Semejante a éste es el
segundo: ‹‹Amarás a tu prójimo como a ti mismo›› (Lev 19,18). De estos dos mandamientos pende toda la Ley y los profetas.” Mt
22,36.
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Hasta el próximo artículo, si Dios quiere.
Imagen tomada de http://www.editorialvidauniversal.es/libros-gratis/el-mensaje-de-la-verdad/los-diez-mandamientos-de-dios.html
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