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jueves, 31 de mayo de 2012

UNA ÉTICA PARA LA SOCIEDAD TECNOLÓGICA: EL CRISTIANISMO. (IV)


4.  Moral cristiana y Ética de consenso.

Es obvio que la Moral Cristiana integra en sí misma el bien individual, (la salvación), con el bien común, llenando de sentido cualquier acto de renuncia o sacrificio personal por el bien de los demás, acto que siempre quedará orientado a la vida eterna.


La Moral de consenso, sin embargo, no puede hacer esta integración, salvo en situaciones de abundancia donde todos reciben y disfrutan bienes. Pero en situaciones  que requieran esfuerzo y sacrificio el consenso no aporta la fuerza interior necesaria para una renuncia individual en beneficio de otros sólo porque lo establece una “mayoría” que hoy dice una cosa y mañana puede decir otra, incluso contraria, declarando ilegal lo que hoy es legal según los intereses de los grupos de poder. En la moral de consenso nada es estable y esencialmente verdadero; todo es relativo y nada merece una fidelidad comprometida, nada merece la pena arriesgar lo propio, porque todas las ideas y valores, los ideales, sucumben ante conveniencias circunstanciales y consensos transitorios que hacen de esta moral  un simple modo de justificar cualquier medio para conseguir un objetivo deseado. El sacrificio personal no reporta ganancia alguna y aunque se exija hoy, puede ser considerado absurdo o ridículo mañana por un poder político cambiante. Responsabilidad, compromiso, obligación, fidelidad, son valores que tienden a desaparecer bajo una libertad individual que sólo busca satisfacer deseos e intereses.

Quitar a Dios de su sitio y ponerse el hombre en su lugar significa despreciar su Ley y cambiarla por otra humana, que convierte el pecado en derecho, una ley que justifica por razón de conveniencia lo que la ley divina prohibe: la violencia, el adulterio, el expolio, la mentira y la codicia, una ley que a menudo se disfraza de puro eufemismo hipócrita, escondiendo objetivos miserables detrás de proclamas grandilocuentes que deforman la realidad y anestesian la débil y decadente conciencia moral.

El resultado de la moral de consenso es un paulatino debilitamiento de la conciencia individual, la disolución de los vínculos morales que cohesionan a los individuos, al destruir el soporte moral de referencia objetiva, externa al individuo, que le ayuda a identificar sus actos como buenos o malos. Nada hay bueno o malo por sí mismo: Es el poder político quien decide lo que está bien y lo que está mal en cada circunstancia y momento. Desaparecida la conciencia como motor de nuestros actos, sólo quedan la conveniencia, el poder, el dinero y el miedo como verdaderos motores de la conducta humana, y la fuerza del poder, el único elemento aglutinador de los ciudadanos, incapaces de auto-limitarse éticamente.

Todos estos factores inducen un gran aislamiento entre los individuos, cada vez más controlados por el poder y cada vez más incapaces de enfrentarse a él y de demostrarle que son ellos la fuente de su autoridad, de percibir que es en su mutua ayuda donde reside la fuerza de la cohesión social. Es la “civilización del egoísmo”, que avanza disfrazada de derechos individuales hacia un estado de parasitismo social esclavizante y sumamente dependiente del poder, truculentamente denominado “estado del bienestar”, en el que cada vez más individuos del mundo privilegiado eluden la propia responsabilidad sobre sus actos y sus vidas, cargándola sobre los demás, difuminados en un estado cada vez más poderoso y controlador, que se presume poseedor de recursos económicos y tecnológicos inagotables.

Poco a poco, bajo apariencia y formalidad “democráticas”, la sociedad sin ética religiosa se desliza por el camino del totalitarismo hacia la pérdida de la libertad, bajo un sometimiento demagógicamente “aceptado por la mayoría”, donde toda crítica, discrepancia y oposición, irán siendo progresivamente erradicadas por ser “contrarias” al bien general.

Sociedades así han sido ya anticipadas en obras literarias como “1984”, de G. Orwell,  “Un mundo feliz”, de A. Huxley, o en películas como “Matrix”, de los hermanos Wachowski, y, de hecho, cualquier librepensador que analiza las consecuencias de una moral de consenso, exenta de principios y valores inmutables,  aún mediatizado por la vanidad del embelesamiento científico, descubre entre sus efectos la decadencia de la conciencia individual e intuye  sombrías perspectivas que se abaten sobre la sociedad occidental en un futuro más o menos lejano.


“Es dramático que ignorar una y otra (protección de la humanidad y de la biosfera), sólo agrava el presente y oscurece el futuro.”

 “La actualización ética para la supervivencia debería articular la colaboración, la ayuda mutua, el enriquecimiento cultural, el apoyo a cualquier sector marginado y el rechazo a la violencia.”


Desde la sola razón se llega a los valores de la ética cristiana, pero sólo la Fe cristiana les da la fuerza necesaria para que constituyan el motor de la conducta del hombre.

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Hasta el próximo artículo, si Dios quiere.

Winston Smith

 
Imagen tomada de: http://amen-amen.net/hector-leites/etica-y-moral/etica-y-moral-en-la-iglesia-evangelica/

lunes, 28 de mayo de 2012

UNA ÉTICA PARA LA SOCIEDAD TECNOLÓGICA: EL CRISTIANISMO. (III)

3.  La Ley de Dios desde la razón humana.




La Ley que Dios entregó a Moisés en los albores de la historia de Israel, posteriormente, en un momento histórico concreto, es perfeccionada y extendida a toda la humanidad por Jesucristo, el Hijo de Dios, que se muestra hombre como nosotros, sometiéndose a la injusticia de una humanidad prepotente y soberbia para enseñarnos que con Él, y por medio de Él, también nosotros venceremos a la muerte.

Los Mandamientos de la Ley de Dios constituyen la fuente de la Moral Cristiana y, aunque transgredibles desde la libertad humana, son inmutables porque no provienen de acuerdo humano sino que son de origen divino, y con ellos Dios nos ha definido el Bien y el Mal, que serán así siempre, sin que esto pueda cambiarlo el hombre, ni por conveniencia individual ni colectiva o de consenso.

La Moral, o la Ética, no son otra cosa que un orden específicamente humano que establece lo que está Bien y lo que está Mal y orienta al individuo en la elección entre opciones, una guía de nuestra libertad que la ordena coherentemente a un Fin último por medio de la conciencia indvidual: La salvación tras la Resurrección, en la Moral Cristiana.

El hombre es criatura de Dios y ha sido hecho a imagen y semejanza de su Creador. La relación entre ambos se identifica con la de Padre e hijo, una relación que engendra, promueve y protege la vida, en la que la autoridad sobre el Bien y el Mal reside en el Padre, que conoce lo desconocido para el hombre, las respuestas a las preguntas que no sabe responder. No se trata, pues, de un Dios tirano que entrega al hombre una Ley arbitraria y difícil con el único objeto de castigarle ante la seguridad de un cumplimiento imposible, sino la Ley que le llevará a su eterno destino gozoso en el cielo, que le da la vida y la mantiene, como individuo y como pueblo, aquí en la Tierra.

El análisis razonado de la Ley de Dios, núcleo de la moralidad cristiana, enseña que es una Ley que protege y salvaguarda la vida humana terrena, planteando la supervivencia del hombre desde criterios de generosidad, respeto, igualdad, defensa y ayuda a los débiles y desfavorecidos. Su línea maestra, su resumen, el amor a Dios reflejado en amor al prójimo, es esencialmente contraria a la de otras concepciones basadas en la violencia y el dominio propios de la dinámica del poder humano, que desde el egoísmo busca la supervivencia a través del sometimiento del débil por el fuerte.


“Dios ha pronunciado las siguientes palabras:

-- Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud.

 ‹‹No tendrás otros dioses rivales míos. No te harás ídolos...››

‹‹No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso ››

‹‹Fíjate en el sábado para santificarlo ››

‹‹Honra a tu padre y a tu madre ››

‹‹No matarás ››

‹‹No cometerás adulterio ››

‹‹No robarás ››

‹‹No darás falso testimonio contra tu prójimo ››

‹‹No codiciarás los bienes de tu prójimo ››

‹‹No codiciarás la mujer de tu prójimo ›› Ex 20.

“Maestro, ¿cuál es el mayor mandamiento de la Ley? Él le dijo: ‹‹ Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu entendimiento›› (Dt 6,5). Éste es el mayor y primer mandamiento. Semejante a éste es el segundo: ‹‹Amarás a tu prójimo como a ti mismo›› (Lev 19,18). De estos dos mandamientos pende toda la Ley y los profetas.” Mt 22,36.

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Hasta el próximo artículo, si Dios quiere.

Winston Smith


Imagen tomada de http://www.editorialvidauniversal.es/libros-gratis/el-mensaje-de-la-verdad/los-diez-mandamientos-de-dios.html

lunes, 14 de mayo de 2012

UNA ÉTICA PARA LA SOCIEDAD TECNOLÓGICA: EL CRISTIANISMO. (II)


2.  La crisis ética según la Revelación bíblica.

En primer lugar, el autor bíblico nos advierte que no hay situaciones nuevas en el corazón del hombre, que la condición humana es igual hoy que ayer y que sólo cambian las circunstancias y las formas, pero no el fondo ni el contenido de nuestra propia naturaleza. Son simplemente la vanidad y la conveniencia las que nos hacen ver la realidad de otro modo.

“Una generación se va, otra generación viene… Sale el sol, se pone el sol, jadea por llegar a su puesto y de allí vuelve a salir… Todos los ríos caminan al mar y el mar no se llena; llegados al sitio donde caminan, desde allí vuelven a caminar… No se sacian los ojos de ver ni se hartan los oídos de oír. Lo que pasó, eso pasará; lo que sucedió, eso sucederá: Nada hay nuevo bajo el sol. Si de algo se dice: ‹‹Mira, esto es nuevo››, ya sucedió en otros tiempos mucho antes de nosotros. Nadie se acuerda de los antiguos y lo mismo pasará con los que vengan: no se acordarán de ellos sus sucesores.” Ecl 1,4-11.

La Biblia nos enseña que desde el origen de la vida del hombre en la Tierra, la soberbia le invita una y otra vez a rechazar que sea Dios quien le enseñe qué son el Bien y el Mal, y a decidirlo por sí mismo.

“-Puedes comer de todos los árboles del jardín; pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no comas...” Gen 2,17.

Pero Adán y Eva comieron.

También nos advierte que siempre que el hombre ha cedido a esa prepotencia y se ha puesto en el lugar de Dios, se ha introducido en una dinámica de dolor, de violencia y de muerte que le mueve a su propia destrucción.

“... porque el día en que comas de él, tendrás que morir.” Gen 2,17.

“Al ver el Señor que en la Tierra crecía la maldad del hombre y que toda su actitud era siempre perversa, se arrepintió de haber creado al hombre... La Tierra estaba corrompida ante Dios y llena de crímenes. Dios vio la Tierra corrompida, porque todos los vivientes de la Tierra se habían corrompido en su proceder.

El Señor dijo a Noé: ‹‹Veo que todo lo que vive tiene que terminar, pues por su culpa la Tierra está llena de crímenes››” Gen 6,5-11.

Asimismo, el autor bíblico nos muestra que el punto de partida de este movimiento autodestructivo es, frecuentemente,  la abundancia de bienes. En muchos pasajes bíblicos se señala que la abundancia es el inicio de la rama destructiva de un malévolo ciclo:

Abundancia → Soberbia → Olvido de Dios y su Ley → Egoísmo → Violencia, dolor y muerte

Así, en la abundancia del Edén, Adán y Eva desobedecen a Dios y pierden el paraíso, conociendo el sufrimiento y la muerte a partir de entonces.

“Mira, éste fue el delito de Sodoma, tu hermana: Soberbia, hartura de pan y ociosidad excesiva tuvieron ella y sus villas, pero no dio una mano al desgraciado y al pobre. Se engrieron frente a mí cometiendo abominaciones, y las quité de enmedio en cuanto lo vi.” Ez 16,49.

“Dos cosas te he pedido; no me las niegues antes de morir: Aleja de mí falsedad y mentira; no me des riqueza ni pobreza, concédeme mi ración de pan; no sea que me sacie y reniegue de ti, diciendo: ‹‹¿Quién es el Señor?››; no sea que, necesitado, robe y blasfeme el nombre de mi Dios.” Prov 30,7.

“Jesús dijo entonces a sus discípulos: En verdad os digo: ¡Qué difícilmente entrará un rico en el Reino de los cielos! También os digo que más fácil es que un camello entre por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios.” Mt 19,23.

Para guiarlo por la “senda estrecha” hacia su salvación, Dios entregó al hombre sus Mandamientos en la antigüedad de nuestra civilización y constituyeron la Ley en torno a la que se cohesionó un pueblo, Israel, cuya historia es también la historia cíclica de una humanidad siempre debatiéndose entre la aceptación y el olvido de Dios. A través de ella, Dios se nos revela y nos pone de manifiesto que su Ley es un anticipo de la vida eterna aquí en la Tierra, avisándonos de las consecuencias de su incumplimiento.

En el desarrollo histórico del pueblo judío, el autor bíblico nos muestra cómo una y otra vez se suceden dolorosos períodos para Israel cuando se olvida de Dios, con otros dichosos cuando humilde, abatido y arrepentido, vuelve sus ojos a Él, tras el desastre social. Un largo ciclo de dicha y sufrimiento en el que la arrogancia de una generación que vive en la abundancia conduce a la destrucción del pueblo, y la humillación de un “resto” que vuelve sus ojos a su Creador,  le devuelve la salvación, su restauración.

Esto queda magníficamente descrito en el texto de Nehemías 9,25-37:

“Conquistaron fortalezas y una tierra fértil; poseyeron casas rebosantes de riquezas, pozos excavados, viñas y olivares, y abundantes árboles frutales; comieron hasta hartarse y engordaron y disfrutaron de tus dones generosos. Pero, indóciles, se rebelaron contra Ti, se echaron tu Ley a las espaldas y asesinaron a tus profetas, que los amonestaban a volver a Ti, cometiendo gravísimas ofensas.

Los entregaste en manos de sus enemigos, que los oprimieron. Pero en su angustia clamaron a Ti, y Tú los escuchaste desde el cielo; y por tu gran compasión les enviaste salvadores que los salvaron de sus enemigos.

Pero al sentirse tranquilos hacían otra vez lo que repruebas; los abandonabas en manos de sus enemigos, que los oprimían; clamaban de nuevo a Ti, y Tú los escuchabas desde el cielo, librándolos muchas veces por tu gran compasión. Los amonestaste para que volvieran a tu Ley, pero ellos, altivos, no obedecieron tus preceptos y pecaron contra tus normas, que dan la vida al hombre si las cumple. Volvieron la espalda con rebeldía; tercamente, no quisieron escuchar.

Fuiste paciente con ellos durante muchos años, tu Espíritu los amonestó por tus profetas, pero no prestaron atención y los entregaste en manos de pueblos paganos. Mas por tu gran compasión no los aniquilaste ni abandonaste, porque eres un Dios clemente y compasivo.
...

Ciertamente, nuestros reyes, príncipes, sacerdotes y padres no cumplieron tu Ley ni prestaron atención a los preceptos y avisos con que los amonestabas. Durante su reinado, a pesar de los grandes bienes que les concediste y de la tierra espaciosa y fértil que les entregaste, no te sirvieron ni se convirtieron de sus malas acciones.

Por eso estamos ahora esclavizados, esclavos en la tierra que diste a nuestros padres para que comieran sus frutos excelentes. Y sus abundantes productos son para los reyes a los que nos sometiste por nuestros pecados, y que ejercen su dominio y su arbitrio sobre nuestras personas y ganados. Somos unos desgraciados.”

Esta actitud que Nehemías refleja es el punto final de la rama autodestructiva del ciclo más arriba mencionado, y a su vez es el punto de partida de la rama restauradora:

Violencia, dolor y muerte → Humildad → Retorno a Dios y su Ley → Empatía y generosidad → Abundancia

Este triste y doloroso ciclo en el que el hombre desde la abundancia se engríe ante Dios y se aleja de Él por un camino que le lleva al desastre y cuando acosado por el sufrimiento retorna humilde a su Dios vuelve a encontrar la vida, está maravillosamente descrito en la parábola del hijo pródigo, en el Evangelio de San Lucas, 15:

“¡Padre, dame la parte correspondiente de la hacienda!... El más joven juntó todo lo suyo, patió para lejanas tierras y allí disipó toda su fortuna, viviendo perdidamente. Después que consumió todos sus bienes, vino una muy fuerte hambre sobre aquella tierra, y comenzó a padecer necesidad... Me levantaré, iré a mi padre y le diré: ¡Padre, pequé contra el cielo y contra ti! Yo no merezco ser llamado hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros...”
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Hasta el próximo artículo, si Dios quiere.

Winston Smith

Imagen tomada del blog  http://blog.educastur.es/tendales/category/etica/

lunes, 7 de mayo de 2012

UNA ÉTICA PARA LA SOCIEDAD TECNOLÓGICA: EL CRISTIANISMO. (I)



Un saludo a todos quienes por aquí pasen. Retomo el blog iniciando una serie de artículos con la pretensión de enfocar la crisis moral de nuestra sociedad, desde una perspectiva bíblica y revelada que muestra esta sociedad inserta, anticipada y en continuidad con el Antiguo y Nuevo Testamentos, y, a partir del profundo conocimiento del hombre que las Escrituras contienen, proponer el Cristianismo como la solución que hoy también colma de sentido, valor y esperanza la vida humana.




RESUMEN

Una vez más, desde “la soberbia y la hartura de pan”, la sociedad occidental se aleja de Dios y pretende sustituir su Ley por una ética humana que está haciendo desparecer la conciencia individual, sin referentes objetivos para el Bien y el Mal, abriendo con ello una crisis moral que, como en ocasiones anteriores de la historia humana, la conducirá, con toda probabilidad, por un camino de violencia y autodestrucción.

La novedad en esta ocasión, puede ser la existencia de poderosos recursos tecnológicos para el control psíquico y represor de la población, junto a las técnicas de  manipulación genética, que están apuntando la posibilidad de fabricar humanos para ser utilizados con los fines deseados.

Es el camino hacia el colapso emprendido por la ‹‹ Civilización del egoismo››, que sólo podrá detenerse volviendo de nuevo los ojos a Dios con humildad,  recuperando la moral cristiana como medio de cohesión social desde la conciencia individual y promoviendo la ‹‹ Civilización del Amor››.



(El presente artículo está organizado como un comentario al escrito por el profesor D. Francisco García Novo, titulado “Una ética para la sociedad tecnológica”, publicado en el libro ‹‹Implicaciones Éticas en algunos debates científicos›› y editado por el Instituto de España. Las citas están extraídas de él.)



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1.  Percepción y enfoque de un problema ético en nuestra sociedad.

“Después de un largo proceso cultural, apoyado en el progreso científico y tecnológico, el comportamiento de los países desarrollados y de las minorías dominantes se articula en torno al poder, la tecnología y el control, sin rechazar la violencia para perpetuarlos.

Una humanidad sometida a sugerencias (seducciones) que la independizan de su religión y también la alejan de su origen cultural.

Tomando la sugerencia como punto de partida, el conocimiento es la clave que permite orientar el comportamiento social de las democracias occidentales en torno al bien común.

La sociedad tecnológica debería reformular su base ética incorporando la responsabilidad que supone el uso de la tecnología”
 

En mi opinión, muchos pensadores, filósofos y moralistas de la sociedad occidental están contagiados de una excesiva complacencia, amplificación y sobrevaloración de las capacidades científicas y tecnológicas actuales, y este embelesamiento les lleva a considerar como si, “tras un largo proceso cultural”, nos encontráramos en una encrucijada ética única y singular, totalmente nueva y nunca vivida en la historia humana. Es decir, un  proceso cultural lineal desde la ignorancia hasta el paradigma del conocimiento, “la burbuja tecnológica”. Y así, se contempla el problema moral desde una prepotencia involuntaria pero evidente, cuando se declara:

“Desaparecida la ética religiosa y no reconocida la ética natural, queda la opción de una ética nacida del conocimiento personal…

… y rechazadas como fuentes de Derecho las consuetudinarias, la religión (o la divinidad)… la sociedad se debate en la necesidad de organizarse por consenso democrático mediante disposiciones pragmáticas de carácter transitorio.”

Esta prepotencia, no exenta de ingenuidad, impide reconocer e identificar similares crisis ético-morales en sociedades anteriores, sobrevenidas cuando en situaciones de abundancia, los individuos se dedican al disfrute personal y egoísta, olvidando actitudes de esfuerzo cooperador y renuncia compasiva. Un movimiento hacia el egoísmo puro y duro que se describe eufemísticamente afirmando que “el individuo gana espacio para su expresión frente a los postulados religiosos”. Este presuntuoso desenfoque en el análisis de la evolución moral de una sociedad hace muy difícil, sino imposible, extraer consecuencias de anteriores y similares desviaciones de la moral individual y social.

“Parece que los ciudadanos de la burbuja tecnológica, rotas las amarras con su origen cultural, hubieran perdido los referentes éticos de su vida. ¿Qué ha quedado de las raíces éticas? ¿Qué fundamentación puede soportar ahora una actitud ética?”

Pregunta que puede reformularse de un modo menos edulcorado, más certero quizás:

Desaparecidas las bases externas de la conciencia individual, ¿para qué necesita el individuo de la “burbuja tecnológica” una ética que limite su comportamiento, que ponga algún freno a sus deseos? ¿Por qué debe privarse de lo que le apetece? ¿Por qué debe aceptar perjuicios propios que benefician a otros? ¿Por qué es necesaria una ética individual para la supervivencia de la especie? ¿Por qué es necesaria la supervivencia de la especie humana, si ello perjudica el disfrute o la conveniencia individual ahora?


Hasta el próximo artículo, si Dios quiere.

Winston Smith