2. La
crisis ética según la
Revelación bíblica.
En
primer lugar, el autor bíblico nos advierte que no hay situaciones nuevas en el
corazón del hombre, que la condición humana es igual hoy que ayer y que sólo
cambian las circunstancias y las formas, pero no el fondo ni el contenido de
nuestra propia naturaleza. Son simplemente la vanidad y la conveniencia las que
nos hacen ver la realidad de otro modo.
“Una generación se va, otra generación viene…
Sale el sol, se pone el sol, jadea por llegar a su puesto y de allí vuelve a
salir… Todos los ríos caminan al mar y el mar no se llena; llegados al sitio
donde caminan, desde allí vuelven a caminar… No se sacian los ojos de ver ni se
hartan los oídos de oír. Lo que pasó, eso pasará; lo que sucedió, eso sucederá:
Nada hay nuevo bajo el sol. Si de algo se dice: ‹‹Mira, esto es nuevo››, ya
sucedió en otros tiempos mucho antes de nosotros. Nadie se acuerda de los
antiguos y lo mismo pasará con los que vengan: no se acordarán de ellos sus
sucesores.” Ecl 1,4-11.
“-Puedes comer de todos los árboles del
jardín; pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no comas...” Gen 2,17.
Pero
Adán y Eva comieron.
También
nos advierte que siempre que el hombre ha cedido a esa prepotencia y se ha
puesto en el lugar de Dios, se ha introducido en una dinámica de dolor, de
violencia y de muerte que le mueve a su propia destrucción.
“... porque el día en que comas de él,
tendrás que morir.” Gen 2,17.
“Al ver el Señor que en la Tierra crecía la
maldad del hombre y que toda su actitud era siempre perversa, se arrepintió de
haber creado al hombre... La Tierra estaba corrompida ante Dios y llena de
crímenes. Dios vio la Tierra corrompida, porque todos los vivientes de la
Tierra se habían corrompido en su proceder.
El Señor dijo a Noé: ‹‹Veo que todo lo que
vive tiene que terminar, pues por su culpa la Tierra está llena de crímenes››”
Gen 6,5-11.
Asimismo,
el autor bíblico nos muestra que el punto de partida de este movimiento
autodestructivo es, frecuentemente, la
abundancia de bienes. En muchos pasajes bíblicos se señala que la abundancia es
el inicio de la rama destructiva de un malévolo ciclo:
Abundancia
→ Soberbia → Olvido de Dios y su Ley → Egoísmo → Violencia, dolor y muerte
Así, en
la abundancia del Edén, Adán y Eva desobedecen a Dios y pierden el paraíso,
conociendo el sufrimiento y la muerte a partir de entonces.
“Mira, éste fue el delito de Sodoma, tu
hermana: Soberbia, hartura de pan y ociosidad excesiva tuvieron ella y sus
villas, pero no dio una mano al desgraciado y al pobre. Se engrieron frente a
mí cometiendo abominaciones, y las quité de enmedio en cuanto lo vi.” Ez 16,49.
“Dos cosas te he pedido; no me las niegues
antes de morir: Aleja de mí falsedad y mentira; no me des riqueza ni pobreza,
concédeme mi ración de pan; no sea que me sacie y reniegue de ti, diciendo:
‹‹¿Quién es el Señor?››; no sea que, necesitado, robe y blasfeme el nombre de
mi Dios.” Prov 30,7.
“Jesús dijo entonces a sus discípulos: En
verdad os digo: ¡Qué difícilmente entrará un rico en el Reino de los cielos!
También os digo que más fácil es que un camello entre por el ojo de una aguja,
que un rico entre en el Reino de Dios.” Mt 19,23.
Para
guiarlo por la “senda estrecha” hacia su salvación, Dios entregó al hombre sus
Mandamientos en la antigüedad de nuestra civilización y constituyeron la Ley en torno a la que se
cohesionó un pueblo, Israel, cuya historia es también la historia cíclica de
una humanidad siempre debatiéndose entre la aceptación y el olvido de Dios. A
través de ella, Dios se nos revela y nos pone de manifiesto que su Ley es un
anticipo de la vida eterna aquí en la Tierra, avisándonos de las consecuencias
de su incumplimiento.
En el
desarrollo histórico del pueblo judío, el autor bíblico nos muestra cómo una y
otra vez se suceden dolorosos períodos para Israel cuando se olvida de Dios, con
otros dichosos cuando humilde, abatido y arrepentido, vuelve sus ojos a Él,
tras el desastre social. Un largo ciclo de dicha y sufrimiento en el que la
arrogancia de una generación que vive en la abundancia conduce a la destrucción
del pueblo, y la humillación de un “resto” que vuelve sus ojos a su Creador, le devuelve la salvación, su restauración.
Esto
queda magníficamente descrito en el texto de Nehemías 9,25-37:
“Conquistaron fortalezas y una tierra fértil;
poseyeron casas rebosantes de riquezas, pozos excavados, viñas y olivares, y
abundantes árboles frutales; comieron hasta hartarse y engordaron y disfrutaron
de tus dones generosos. Pero, indóciles, se rebelaron contra Ti, se echaron tu
Ley a las espaldas y asesinaron a tus profetas, que los amonestaban a volver a
Ti, cometiendo gravísimas ofensas.
Los entregaste en manos de sus enemigos, que
los oprimieron. Pero en su angustia clamaron a Ti, y Tú los escuchaste desde el
cielo; y por tu gran compasión les enviaste salvadores que los salvaron de sus
enemigos.
Pero al sentirse tranquilos hacían otra vez
lo que repruebas; los abandonabas en manos de sus enemigos, que los oprimían;
clamaban de nuevo a Ti, y Tú los escuchabas desde el cielo, librándolos muchas
veces por tu gran compasión. Los amonestaste para que volvieran a tu Ley, pero
ellos, altivos, no obedecieron tus preceptos y pecaron contra tus normas, que
dan la vida al hombre si las cumple. Volvieron la espalda con rebeldía;
tercamente, no quisieron escuchar.
Fuiste paciente con ellos durante muchos
años, tu Espíritu los amonestó por tus profetas, pero no prestaron atención y
los entregaste en manos de pueblos paganos. Mas por tu gran compasión no los
aniquilaste ni abandonaste, porque eres un Dios clemente y compasivo.
...Ciertamente, nuestros reyes, príncipes, sacerdotes y padres no cumplieron tu Ley ni prestaron atención a los preceptos y avisos con que los amonestabas. Durante su reinado, a pesar de los grandes bienes que les concediste y de la tierra espaciosa y fértil que les entregaste, no te sirvieron ni se convirtieron de sus malas acciones.
Por eso estamos ahora esclavizados, esclavos
en la tierra que diste a nuestros padres para que comieran sus frutos
excelentes. Y sus abundantes productos son para los reyes a los que nos
sometiste por nuestros pecados, y que ejercen su dominio y su arbitrio sobre
nuestras personas y ganados. Somos unos desgraciados.”
Esta
actitud que Nehemías refleja es el punto final de la rama autodestructiva del
ciclo más arriba mencionado, y a su vez es el punto de partida de la rama
restauradora:
Violencia,
dolor y muerte → Humildad → Retorno a Dios y su Ley → Empatía y generosidad →
Abundancia
Este
triste y doloroso ciclo en el que el hombre desde la abundancia se engríe ante
Dios y se aleja de Él por un camino que le lleva al desastre y cuando acosado
por el sufrimiento retorna humilde a su Dios vuelve a encontrar la vida, está
maravillosamente descrito en la parábola del hijo pródigo, en el Evangelio de
San Lucas, 15:
“¡Padre, dame la parte correspondiente de la
hacienda!... El más joven juntó todo lo suyo, patió para lejanas tierras y allí
disipó toda su fortuna, viviendo perdidamente. Después que consumió todos sus
bienes, vino una muy fuerte hambre sobre aquella tierra, y comenzó a padecer
necesidad... Me levantaré, iré a mi padre y le diré: ¡Padre, pequé contra el
cielo y contra ti! Yo no merezco ser llamado hijo tuyo; trátame como a uno de
tus jornaleros...”
__________________________________Hasta el próximo artículo, si Dios quiere.
Winston Smith
Imagen tomada del blog http://blog.educastur.es/tendales/category/etica/
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