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miércoles, 18 de mayo de 2011

Yo no soy libre.

Probablemente, la libertad era el valor que mejor representaba el idealismo democrático cuando yo era joven. No es que yo fuera alguien con grandes inquietudes políticas, pero me llegó, como a casi todos, esa especie de axioma que no necesitaba demostración, de que democracia era sinónimo de justicia, igualdad y, cómo no, de libertad para pensar, crear y creer. La gente normal, la gente de la calle, mis vecinos y conocidos, eran gente buena y sensata, por tanto, la suma mayoritaria de sus voluntades habrían de ser decisiones buenas, sensatas y solidarias.

Han pasado muchos años y podría decir que mi experiencia democrática ha sido decepcionante. Hoy muchos españoles, yo incluido, sentimos nuestra libertad amenazada y reducida a un ámbito de discrepancia cada vez más estrecho. He aprendido que no importa tanto la forma de gobierno como el modo en que se ejerce el poder. La libertad de una sociedad no puede medirse por el buen trato que el poder concede a sus partidarios, sino por el que da a quienes discrepan, si facilita y permite esa discrepancia o si la persigue e intenta acorralar y hasta expulsar de la sociedad.

Y hoy, cuando tengo que oir que el poder educativo va a llevar a los institutos la pornografía disfrazada de materia educativa, termino de darme cuenta de la perversión de estos gobernantes que han hecho bueno lo malo; que pretenden que la mediocridad, la ordinariez y la chabacanería triunfen sobre la excelencia, el mérito y la creatividad en unos ciudadanos a los que quieren alienados como súbditos cada vez más embrutecidos.

Hoy, los grandes intereses económicos financian la arrogancia de un poder político que hace de su ideología una nueva religión al servicio de aquéllos, un poder que pretende decirnos cómo pensar, cómo actuar, cómo educar... un poder cainita que considera que todo el que no piensa como él está en su contra y debe desaparecer, un poder, en suma, que nos quiere dóciles borregos.

Por eso, Hay que Pensar, para no ser abducidos por esta nueva “Matrix”.

Por eso, Hay que Creer, para no olvidar lo que está Bien y lo que está Mal.

Bienvenidos a todos los que por aquí pasen.

Winston Smith

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