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miércoles, 19 de octubre de 2011

La PDD puede matar y ellos lo saben...



pero se callan...



Leo el resumen de un artículo en el portal de Dialnet:

 


 http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2484693 


El ejercicio de la autoridad sanitaria: los principios, lo reglamentado y la incertidumbre

  • Autores: Joan Ramon Villalbí Hereter, Meritxell Cusí, Júlia Duran, Joan Guix
  • Localización: Gaceta sanitaria: Organo oficial de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria, ISSN 0213-9111, Vol. 21, Nº. 2, 2007 , págs. 172-175
  • Resumen:
·         El ejercicio de la autoridad sanitaria es un servicio básico de la salud pública. Parte de la responsabilidad de los gestores de la salud pública es hacer cumplir normas. Éstas se desarrollan cuando se dan circunstancias que llevan a considerar inadmisibles ciertos riesgos. El grueso del ejercicio de la autoridad sanitaria se basa en la aplicación relativamente sistemática de normativas detalladas de referencia, aunque siempre hay cierta incertidumbre, ejemplificada en la frecuente adopción de medidas cautelares por un inspector sanitario aplicando el principio de precaución. Pero la vigilancia epidemiológica plantea de forma intermitente situaciones de afectación de la salud humana sin normas de referencia, en las que la autoridad sanitaria debe actuar según su criterio, contrapesando los riesgos de intervenir con los de no actuar.
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Es obvio que un tal ejercicio de la autoridad sanitaria requiere conocimiento, experiencia y responsabilidad en la toma de decisiones que afectan a la salud pública, y que cualquiera no puede hacerlo.

Sin embargo, en España estamos aún en un escalón muy anterior, el de creernos que democracia sigfnifica demostrarnos a nosotros mismos, como prueba irrefutable de igualdad, que hasta los inútiles e ignorantes y mal preparados pueden gobernar, patanes que sustituyen la incertidumbre en la adopción de medidas cautelares citada en el párrafo anterior, por la servidumbre que los lleva a no tomar ninguna cuando se trata de extender la ideo-patología obseso-sexual dominante, que siempre están pensando en lo mismo, (y si no, recordad de que tratan tantas leyes, reglamentos y normas que se han promulgado en los últimos años). Y es que las personas “ordinarias”, (en el sentido de basto y vulgar), no suelen perder el tiempo en estudios, protocolos y racionalizaciones, sino que normalmente ocupan sus mentes en ordinarieces, que es de lo que mejor entienden. Fuera de ahí, se cansan y los análisis, previsiones metodológicas y evaluaciones de riesgos les producen fuertes dolores de cabeza, aparte de no tener claro para qué pueden servir si ellos han llegado a la cima del poder político sin tener ni idea... Su autoridad se basa en hacer lo que les parece sin pensar en las consecuencias, porque para eso mandan, recitando una y otra vez las consignas del caciquismo ideo-patológico dominante como si con ello se transformaran en verdades absolutas, o como si quisieran demostrarle “al jefe” que se saben la lección y merecen el premio.

Desgraciadamente, son muchísimos los ejemplos de lo que he dicho en todos los ámbitos del gobierno en España, pero hoy he traído uno del sanitario que pone de manifiesto la incompetencia de las últimas ministras de sanidad y, lo que es peor, cómo han subordinado la salud de las ciudadanas a sus planteamientos sicótico-sexuales.

La noticia que ha motivado este artículo fue la de una mujer de 23 años que el pasado setiembre sufrió un infarto cerebral horas después de haber tomado un “anticonceptivo de emergencia” o “píldora del día después”, PDD, que como los lectores sabréis, desde 2009 se dispensa sin receta a quien quiera solicitarla, como si fueran aspirinas, y con el mismo control, seguimiento y supervisión que los caramelos para la tos.

La mujer fue atendida en la Unidad de Ictus del Hospital La Paz de Madrid, desde donde se remitió el siguiente artículo a la revista médica “Medicina Clínica”.





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A lo mejor algún día los españoles se dan cuenta de que, aunque puedan poner un mono a gobernar, lo único que podrían esperar de él será sufrir sus “monadas”, por lo que, siendo la cosa pública tan importante y trascendente, mejor sería reconocerle la autoridad a quien la tenga por sus méritos y capacidades, aunque con ello tengan que pasar por algo que, no sé porqué, a los españoles les resulta especialmente doloroso: reconocer que otros están más capacitados que yo, (salvo que estén cojos, mancos, sordos o les haya engañado su cónyuge. En estos casos parece existir una especie de compensación sicológica).

Probablemente somos un pueblo de natural envidioso y disfrazamos nuestra envidia de “igualdad”, una igualdad que como sabe que no todos podemos ser igual de listos, mejor que todos seamos igual de tontos. Simplemente no se trata tanto de ser iguales como de evitar que nadie destaque sobre mí, mis hijos o mi gato.

Y claro, nuestra autoestima se crece si nos rodeamos de basura en la TV o de unos botarates en el gobierno que anteponen la sexualidad de algunos a la salud de otras. Nos relaja enormemente vernos por encima de lo que nos rodea. Es así como poco a poco vamos labrando nuestra propia ruina.

En el caso analizado hoy, el riesgo cerebrovascular asociado a la PDD, igual que en el denunciado en “SIDA y leyes perversas”, la ocultación, el silencio y la inhibición de unas autoridades empeñadas en propagar como sea su revolución sexual patológica, ha puesto en riesgo a gran número de mujeres, muchas de ellas adolescentes, mientras facilita enormemente una sexualidad masculina sin peligro, sin complicaciones y sin compromisos.  A pesar de ello, en relación con la gravedad de esta noticia, tampoco he oído queja, reclamación o protesta de ninguna organización feminista o defensora de la “igualdad de género” ante una situación que reviste ya matices de explotación sexual de las mujeres promovida por los poderes públicos. ¿Será que también para ellas la sexualidad (de los hombres, especialmente) está por encima de la salud (de las mujeres, principalmente)? ¿O es que sólo hablan cuando se lo mandan?

Insisto, los valores cristianos, que promueven la lucha interior y constante contra esos pecados capitales convertidos ahora en “derechos”, cuya lista muy pocos jóvenes saben hoy, son siempre un escudo que protege y una esperanza frente al infortunio, porque son cemento que cohesiona la sociedad, promueven una colaboración en la que cada uno da lo mejor de sí mismo, ofrecen la humildad para reconocer a los mejores,  aportando el bálsamo del agradecimiento y la gratitud, verdadero elemento suavizador de las aristas de la conflictividad social que se nos avecina.

Por eso hay que pensar, hay que creer...

Hasta el próximo artículo, si Dios quiere.

Winston Smith




1 comentario:

  1. Sím eso es así hace tiempo. Parece que muchos políticos tienen la soberbia de creer que el llegar al cargo les hace ya cultos, inteligentes y que no necesitan asesoramiento de nadie, y son muchos los que defienden que no hay por qué tener ninguna experiencia, o curriculum especial para ser alcalde...o presidente del gobierno! Claro, se lee detrás que así uno puede pensar que "yo mismo" podría serlo. Pero no es cierto, y si al menos fueran inteligentes, y realmente les importara hacer bien las cosas...se asesorarían de los que realmente saben, pero no, sólo les importa medrar, el poder, las riquezas que se puedan embolsar! Lamentable. Cada vez estamos más convencidos mucha gente que la clase política es lo peor delo peor en nuestro país.
    Mar

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