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jueves, 31 de mayo de 2012

UNA ÉTICA PARA LA SOCIEDAD TECNOLÓGICA: EL CRISTIANISMO. (IV)


4.  Moral cristiana y Ética de consenso.

Es obvio que la Moral Cristiana integra en sí misma el bien individual, (la salvación), con el bien común, llenando de sentido cualquier acto de renuncia o sacrificio personal por el bien de los demás, acto que siempre quedará orientado a la vida eterna.


La Moral de consenso, sin embargo, no puede hacer esta integración, salvo en situaciones de abundancia donde todos reciben y disfrutan bienes. Pero en situaciones  que requieran esfuerzo y sacrificio el consenso no aporta la fuerza interior necesaria para una renuncia individual en beneficio de otros sólo porque lo establece una “mayoría” que hoy dice una cosa y mañana puede decir otra, incluso contraria, declarando ilegal lo que hoy es legal según los intereses de los grupos de poder. En la moral de consenso nada es estable y esencialmente verdadero; todo es relativo y nada merece una fidelidad comprometida, nada merece la pena arriesgar lo propio, porque todas las ideas y valores, los ideales, sucumben ante conveniencias circunstanciales y consensos transitorios que hacen de esta moral  un simple modo de justificar cualquier medio para conseguir un objetivo deseado. El sacrificio personal no reporta ganancia alguna y aunque se exija hoy, puede ser considerado absurdo o ridículo mañana por un poder político cambiante. Responsabilidad, compromiso, obligación, fidelidad, son valores que tienden a desaparecer bajo una libertad individual que sólo busca satisfacer deseos e intereses.

Quitar a Dios de su sitio y ponerse el hombre en su lugar significa despreciar su Ley y cambiarla por otra humana, que convierte el pecado en derecho, una ley que justifica por razón de conveniencia lo que la ley divina prohibe: la violencia, el adulterio, el expolio, la mentira y la codicia, una ley que a menudo se disfraza de puro eufemismo hipócrita, escondiendo objetivos miserables detrás de proclamas grandilocuentes que deforman la realidad y anestesian la débil y decadente conciencia moral.

El resultado de la moral de consenso es un paulatino debilitamiento de la conciencia individual, la disolución de los vínculos morales que cohesionan a los individuos, al destruir el soporte moral de referencia objetiva, externa al individuo, que le ayuda a identificar sus actos como buenos o malos. Nada hay bueno o malo por sí mismo: Es el poder político quien decide lo que está bien y lo que está mal en cada circunstancia y momento. Desaparecida la conciencia como motor de nuestros actos, sólo quedan la conveniencia, el poder, el dinero y el miedo como verdaderos motores de la conducta humana, y la fuerza del poder, el único elemento aglutinador de los ciudadanos, incapaces de auto-limitarse éticamente.

Todos estos factores inducen un gran aislamiento entre los individuos, cada vez más controlados por el poder y cada vez más incapaces de enfrentarse a él y de demostrarle que son ellos la fuente de su autoridad, de percibir que es en su mutua ayuda donde reside la fuerza de la cohesión social. Es la “civilización del egoísmo”, que avanza disfrazada de derechos individuales hacia un estado de parasitismo social esclavizante y sumamente dependiente del poder, truculentamente denominado “estado del bienestar”, en el que cada vez más individuos del mundo privilegiado eluden la propia responsabilidad sobre sus actos y sus vidas, cargándola sobre los demás, difuminados en un estado cada vez más poderoso y controlador, que se presume poseedor de recursos económicos y tecnológicos inagotables.

Poco a poco, bajo apariencia y formalidad “democráticas”, la sociedad sin ética religiosa se desliza por el camino del totalitarismo hacia la pérdida de la libertad, bajo un sometimiento demagógicamente “aceptado por la mayoría”, donde toda crítica, discrepancia y oposición, irán siendo progresivamente erradicadas por ser “contrarias” al bien general.

Sociedades así han sido ya anticipadas en obras literarias como “1984”, de G. Orwell,  “Un mundo feliz”, de A. Huxley, o en películas como “Matrix”, de los hermanos Wachowski, y, de hecho, cualquier librepensador que analiza las consecuencias de una moral de consenso, exenta de principios y valores inmutables,  aún mediatizado por la vanidad del embelesamiento científico, descubre entre sus efectos la decadencia de la conciencia individual e intuye  sombrías perspectivas que se abaten sobre la sociedad occidental en un futuro más o menos lejano.


“Es dramático que ignorar una y otra (protección de la humanidad y de la biosfera), sólo agrava el presente y oscurece el futuro.”

 “La actualización ética para la supervivencia debería articular la colaboración, la ayuda mutua, el enriquecimiento cultural, el apoyo a cualquier sector marginado y el rechazo a la violencia.”


Desde la sola razón se llega a los valores de la ética cristiana, pero sólo la Fe cristiana les da la fuerza necesaria para que constituyan el motor de la conducta del hombre.

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Hasta el próximo artículo, si Dios quiere.

Winston Smith

 
Imagen tomada de: http://amen-amen.net/hector-leites/etica-y-moral/etica-y-moral-en-la-iglesia-evangelica/

lunes, 28 de mayo de 2012

UNA ÉTICA PARA LA SOCIEDAD TECNOLÓGICA: EL CRISTIANISMO. (III)

3.  La Ley de Dios desde la razón humana.




La Ley que Dios entregó a Moisés en los albores de la historia de Israel, posteriormente, en un momento histórico concreto, es perfeccionada y extendida a toda la humanidad por Jesucristo, el Hijo de Dios, que se muestra hombre como nosotros, sometiéndose a la injusticia de una humanidad prepotente y soberbia para enseñarnos que con Él, y por medio de Él, también nosotros venceremos a la muerte.

Los Mandamientos de la Ley de Dios constituyen la fuente de la Moral Cristiana y, aunque transgredibles desde la libertad humana, son inmutables porque no provienen de acuerdo humano sino que son de origen divino, y con ellos Dios nos ha definido el Bien y el Mal, que serán así siempre, sin que esto pueda cambiarlo el hombre, ni por conveniencia individual ni colectiva o de consenso.

La Moral, o la Ética, no son otra cosa que un orden específicamente humano que establece lo que está Bien y lo que está Mal y orienta al individuo en la elección entre opciones, una guía de nuestra libertad que la ordena coherentemente a un Fin último por medio de la conciencia indvidual: La salvación tras la Resurrección, en la Moral Cristiana.

El hombre es criatura de Dios y ha sido hecho a imagen y semejanza de su Creador. La relación entre ambos se identifica con la de Padre e hijo, una relación que engendra, promueve y protege la vida, en la que la autoridad sobre el Bien y el Mal reside en el Padre, que conoce lo desconocido para el hombre, las respuestas a las preguntas que no sabe responder. No se trata, pues, de un Dios tirano que entrega al hombre una Ley arbitraria y difícil con el único objeto de castigarle ante la seguridad de un cumplimiento imposible, sino la Ley que le llevará a su eterno destino gozoso en el cielo, que le da la vida y la mantiene, como individuo y como pueblo, aquí en la Tierra.

El análisis razonado de la Ley de Dios, núcleo de la moralidad cristiana, enseña que es una Ley que protege y salvaguarda la vida humana terrena, planteando la supervivencia del hombre desde criterios de generosidad, respeto, igualdad, defensa y ayuda a los débiles y desfavorecidos. Su línea maestra, su resumen, el amor a Dios reflejado en amor al prójimo, es esencialmente contraria a la de otras concepciones basadas en la violencia y el dominio propios de la dinámica del poder humano, que desde el egoísmo busca la supervivencia a través del sometimiento del débil por el fuerte.


“Dios ha pronunciado las siguientes palabras:

-- Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud.

 ‹‹No tendrás otros dioses rivales míos. No te harás ídolos...››

‹‹No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso ››

‹‹Fíjate en el sábado para santificarlo ››

‹‹Honra a tu padre y a tu madre ››

‹‹No matarás ››

‹‹No cometerás adulterio ››

‹‹No robarás ››

‹‹No darás falso testimonio contra tu prójimo ››

‹‹No codiciarás los bienes de tu prójimo ››

‹‹No codiciarás la mujer de tu prójimo ›› Ex 20.

“Maestro, ¿cuál es el mayor mandamiento de la Ley? Él le dijo: ‹‹ Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu entendimiento›› (Dt 6,5). Éste es el mayor y primer mandamiento. Semejante a éste es el segundo: ‹‹Amarás a tu prójimo como a ti mismo›› (Lev 19,18). De estos dos mandamientos pende toda la Ley y los profetas.” Mt 22,36.

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Hasta el próximo artículo, si Dios quiere.

Winston Smith


Imagen tomada de http://www.editorialvidauniversal.es/libros-gratis/el-mensaje-de-la-verdad/los-diez-mandamientos-de-dios.html

lunes, 14 de mayo de 2012

UNA ÉTICA PARA LA SOCIEDAD TECNOLÓGICA: EL CRISTIANISMO. (II)


2.  La crisis ética según la Revelación bíblica.

En primer lugar, el autor bíblico nos advierte que no hay situaciones nuevas en el corazón del hombre, que la condición humana es igual hoy que ayer y que sólo cambian las circunstancias y las formas, pero no el fondo ni el contenido de nuestra propia naturaleza. Son simplemente la vanidad y la conveniencia las que nos hacen ver la realidad de otro modo.

“Una generación se va, otra generación viene… Sale el sol, se pone el sol, jadea por llegar a su puesto y de allí vuelve a salir… Todos los ríos caminan al mar y el mar no se llena; llegados al sitio donde caminan, desde allí vuelven a caminar… No se sacian los ojos de ver ni se hartan los oídos de oír. Lo que pasó, eso pasará; lo que sucedió, eso sucederá: Nada hay nuevo bajo el sol. Si de algo se dice: ‹‹Mira, esto es nuevo››, ya sucedió en otros tiempos mucho antes de nosotros. Nadie se acuerda de los antiguos y lo mismo pasará con los que vengan: no se acordarán de ellos sus sucesores.” Ecl 1,4-11.

La Biblia nos enseña que desde el origen de la vida del hombre en la Tierra, la soberbia le invita una y otra vez a rechazar que sea Dios quien le enseñe qué son el Bien y el Mal, y a decidirlo por sí mismo.

“-Puedes comer de todos los árboles del jardín; pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no comas...” Gen 2,17.

Pero Adán y Eva comieron.

También nos advierte que siempre que el hombre ha cedido a esa prepotencia y se ha puesto en el lugar de Dios, se ha introducido en una dinámica de dolor, de violencia y de muerte que le mueve a su propia destrucción.

“... porque el día en que comas de él, tendrás que morir.” Gen 2,17.

“Al ver el Señor que en la Tierra crecía la maldad del hombre y que toda su actitud era siempre perversa, se arrepintió de haber creado al hombre... La Tierra estaba corrompida ante Dios y llena de crímenes. Dios vio la Tierra corrompida, porque todos los vivientes de la Tierra se habían corrompido en su proceder.

El Señor dijo a Noé: ‹‹Veo que todo lo que vive tiene que terminar, pues por su culpa la Tierra está llena de crímenes››” Gen 6,5-11.

Asimismo, el autor bíblico nos muestra que el punto de partida de este movimiento autodestructivo es, frecuentemente,  la abundancia de bienes. En muchos pasajes bíblicos se señala que la abundancia es el inicio de la rama destructiva de un malévolo ciclo:

Abundancia → Soberbia → Olvido de Dios y su Ley → Egoísmo → Violencia, dolor y muerte

Así, en la abundancia del Edén, Adán y Eva desobedecen a Dios y pierden el paraíso, conociendo el sufrimiento y la muerte a partir de entonces.

“Mira, éste fue el delito de Sodoma, tu hermana: Soberbia, hartura de pan y ociosidad excesiva tuvieron ella y sus villas, pero no dio una mano al desgraciado y al pobre. Se engrieron frente a mí cometiendo abominaciones, y las quité de enmedio en cuanto lo vi.” Ez 16,49.

“Dos cosas te he pedido; no me las niegues antes de morir: Aleja de mí falsedad y mentira; no me des riqueza ni pobreza, concédeme mi ración de pan; no sea que me sacie y reniegue de ti, diciendo: ‹‹¿Quién es el Señor?››; no sea que, necesitado, robe y blasfeme el nombre de mi Dios.” Prov 30,7.

“Jesús dijo entonces a sus discípulos: En verdad os digo: ¡Qué difícilmente entrará un rico en el Reino de los cielos! También os digo que más fácil es que un camello entre por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios.” Mt 19,23.

Para guiarlo por la “senda estrecha” hacia su salvación, Dios entregó al hombre sus Mandamientos en la antigüedad de nuestra civilización y constituyeron la Ley en torno a la que se cohesionó un pueblo, Israel, cuya historia es también la historia cíclica de una humanidad siempre debatiéndose entre la aceptación y el olvido de Dios. A través de ella, Dios se nos revela y nos pone de manifiesto que su Ley es un anticipo de la vida eterna aquí en la Tierra, avisándonos de las consecuencias de su incumplimiento.

En el desarrollo histórico del pueblo judío, el autor bíblico nos muestra cómo una y otra vez se suceden dolorosos períodos para Israel cuando se olvida de Dios, con otros dichosos cuando humilde, abatido y arrepentido, vuelve sus ojos a Él, tras el desastre social. Un largo ciclo de dicha y sufrimiento en el que la arrogancia de una generación que vive en la abundancia conduce a la destrucción del pueblo, y la humillación de un “resto” que vuelve sus ojos a su Creador,  le devuelve la salvación, su restauración.

Esto queda magníficamente descrito en el texto de Nehemías 9,25-37:

“Conquistaron fortalezas y una tierra fértil; poseyeron casas rebosantes de riquezas, pozos excavados, viñas y olivares, y abundantes árboles frutales; comieron hasta hartarse y engordaron y disfrutaron de tus dones generosos. Pero, indóciles, se rebelaron contra Ti, se echaron tu Ley a las espaldas y asesinaron a tus profetas, que los amonestaban a volver a Ti, cometiendo gravísimas ofensas.

Los entregaste en manos de sus enemigos, que los oprimieron. Pero en su angustia clamaron a Ti, y Tú los escuchaste desde el cielo; y por tu gran compasión les enviaste salvadores que los salvaron de sus enemigos.

Pero al sentirse tranquilos hacían otra vez lo que repruebas; los abandonabas en manos de sus enemigos, que los oprimían; clamaban de nuevo a Ti, y Tú los escuchabas desde el cielo, librándolos muchas veces por tu gran compasión. Los amonestaste para que volvieran a tu Ley, pero ellos, altivos, no obedecieron tus preceptos y pecaron contra tus normas, que dan la vida al hombre si las cumple. Volvieron la espalda con rebeldía; tercamente, no quisieron escuchar.

Fuiste paciente con ellos durante muchos años, tu Espíritu los amonestó por tus profetas, pero no prestaron atención y los entregaste en manos de pueblos paganos. Mas por tu gran compasión no los aniquilaste ni abandonaste, porque eres un Dios clemente y compasivo.
...

Ciertamente, nuestros reyes, príncipes, sacerdotes y padres no cumplieron tu Ley ni prestaron atención a los preceptos y avisos con que los amonestabas. Durante su reinado, a pesar de los grandes bienes que les concediste y de la tierra espaciosa y fértil que les entregaste, no te sirvieron ni se convirtieron de sus malas acciones.

Por eso estamos ahora esclavizados, esclavos en la tierra que diste a nuestros padres para que comieran sus frutos excelentes. Y sus abundantes productos son para los reyes a los que nos sometiste por nuestros pecados, y que ejercen su dominio y su arbitrio sobre nuestras personas y ganados. Somos unos desgraciados.”

Esta actitud que Nehemías refleja es el punto final de la rama autodestructiva del ciclo más arriba mencionado, y a su vez es el punto de partida de la rama restauradora:

Violencia, dolor y muerte → Humildad → Retorno a Dios y su Ley → Empatía y generosidad → Abundancia

Este triste y doloroso ciclo en el que el hombre desde la abundancia se engríe ante Dios y se aleja de Él por un camino que le lleva al desastre y cuando acosado por el sufrimiento retorna humilde a su Dios vuelve a encontrar la vida, está maravillosamente descrito en la parábola del hijo pródigo, en el Evangelio de San Lucas, 15:

“¡Padre, dame la parte correspondiente de la hacienda!... El más joven juntó todo lo suyo, patió para lejanas tierras y allí disipó toda su fortuna, viviendo perdidamente. Después que consumió todos sus bienes, vino una muy fuerte hambre sobre aquella tierra, y comenzó a padecer necesidad... Me levantaré, iré a mi padre y le diré: ¡Padre, pequé contra el cielo y contra ti! Yo no merezco ser llamado hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros...”
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Hasta el próximo artículo, si Dios quiere.

Winston Smith

Imagen tomada del blog  http://blog.educastur.es/tendales/category/etica/

lunes, 7 de mayo de 2012

UNA ÉTICA PARA LA SOCIEDAD TECNOLÓGICA: EL CRISTIANISMO. (I)



Un saludo a todos quienes por aquí pasen. Retomo el blog iniciando una serie de artículos con la pretensión de enfocar la crisis moral de nuestra sociedad, desde una perspectiva bíblica y revelada que muestra esta sociedad inserta, anticipada y en continuidad con el Antiguo y Nuevo Testamentos, y, a partir del profundo conocimiento del hombre que las Escrituras contienen, proponer el Cristianismo como la solución que hoy también colma de sentido, valor y esperanza la vida humana.




RESUMEN

Una vez más, desde “la soberbia y la hartura de pan”, la sociedad occidental se aleja de Dios y pretende sustituir su Ley por una ética humana que está haciendo desparecer la conciencia individual, sin referentes objetivos para el Bien y el Mal, abriendo con ello una crisis moral que, como en ocasiones anteriores de la historia humana, la conducirá, con toda probabilidad, por un camino de violencia y autodestrucción.

La novedad en esta ocasión, puede ser la existencia de poderosos recursos tecnológicos para el control psíquico y represor de la población, junto a las técnicas de  manipulación genética, que están apuntando la posibilidad de fabricar humanos para ser utilizados con los fines deseados.

Es el camino hacia el colapso emprendido por la ‹‹ Civilización del egoismo››, que sólo podrá detenerse volviendo de nuevo los ojos a Dios con humildad,  recuperando la moral cristiana como medio de cohesión social desde la conciencia individual y promoviendo la ‹‹ Civilización del Amor››.



(El presente artículo está organizado como un comentario al escrito por el profesor D. Francisco García Novo, titulado “Una ética para la sociedad tecnológica”, publicado en el libro ‹‹Implicaciones Éticas en algunos debates científicos›› y editado por el Instituto de España. Las citas están extraídas de él.)



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1.  Percepción y enfoque de un problema ético en nuestra sociedad.

“Después de un largo proceso cultural, apoyado en el progreso científico y tecnológico, el comportamiento de los países desarrollados y de las minorías dominantes se articula en torno al poder, la tecnología y el control, sin rechazar la violencia para perpetuarlos.

Una humanidad sometida a sugerencias (seducciones) que la independizan de su religión y también la alejan de su origen cultural.

Tomando la sugerencia como punto de partida, el conocimiento es la clave que permite orientar el comportamiento social de las democracias occidentales en torno al bien común.

La sociedad tecnológica debería reformular su base ética incorporando la responsabilidad que supone el uso de la tecnología”
 

En mi opinión, muchos pensadores, filósofos y moralistas de la sociedad occidental están contagiados de una excesiva complacencia, amplificación y sobrevaloración de las capacidades científicas y tecnológicas actuales, y este embelesamiento les lleva a considerar como si, “tras un largo proceso cultural”, nos encontráramos en una encrucijada ética única y singular, totalmente nueva y nunca vivida en la historia humana. Es decir, un  proceso cultural lineal desde la ignorancia hasta el paradigma del conocimiento, “la burbuja tecnológica”. Y así, se contempla el problema moral desde una prepotencia involuntaria pero evidente, cuando se declara:

“Desaparecida la ética religiosa y no reconocida la ética natural, queda la opción de una ética nacida del conocimiento personal…

… y rechazadas como fuentes de Derecho las consuetudinarias, la religión (o la divinidad)… la sociedad se debate en la necesidad de organizarse por consenso democrático mediante disposiciones pragmáticas de carácter transitorio.”

Esta prepotencia, no exenta de ingenuidad, impide reconocer e identificar similares crisis ético-morales en sociedades anteriores, sobrevenidas cuando en situaciones de abundancia, los individuos se dedican al disfrute personal y egoísta, olvidando actitudes de esfuerzo cooperador y renuncia compasiva. Un movimiento hacia el egoísmo puro y duro que se describe eufemísticamente afirmando que “el individuo gana espacio para su expresión frente a los postulados religiosos”. Este presuntuoso desenfoque en el análisis de la evolución moral de una sociedad hace muy difícil, sino imposible, extraer consecuencias de anteriores y similares desviaciones de la moral individual y social.

“Parece que los ciudadanos de la burbuja tecnológica, rotas las amarras con su origen cultural, hubieran perdido los referentes éticos de su vida. ¿Qué ha quedado de las raíces éticas? ¿Qué fundamentación puede soportar ahora una actitud ética?”

Pregunta que puede reformularse de un modo menos edulcorado, más certero quizás:

Desaparecidas las bases externas de la conciencia individual, ¿para qué necesita el individuo de la “burbuja tecnológica” una ética que limite su comportamiento, que ponga algún freno a sus deseos? ¿Por qué debe privarse de lo que le apetece? ¿Por qué debe aceptar perjuicios propios que benefician a otros? ¿Por qué es necesaria una ética individual para la supervivencia de la especie? ¿Por qué es necesaria la supervivencia de la especie humana, si ello perjudica el disfrute o la conveniencia individual ahora?


Hasta el próximo artículo, si Dios quiere.

Winston Smith

jueves, 19 de enero de 2012

Hombres y mujeres, mujeres y hombres: ¿Compañía o Soledad de los dos sexos?

Mi compañero Pedro dice que está sufriendo una crisis de ansiedad importante. Hace unos años su esposa le denunció por amenazas después de una discusión. No hubo ninguna violencia física. Para su sorpresa, y la de todos nosotros, la policía se presentó en el trabajo y lo detuvo. En el juicio le condenaron a un año de alejamiento de su esposa y sus dos hijos y unos meses de cárcel que no cumplió por no tener antecedentes.

Empezó una nueva relación con otra mujer, pero su esposa le llamaba para que volviera. Él no perdona lo que hizo y, pienso que además no se fía. Tienen que mantener un mínimo contacto por los hijos, aún adolescentes. Sus resultados escolares se han resentido y Pedro dice que la madre no actúa debidamente con ellos en este terreno. Dice, además, que ella les “malmete” respecto de él y quiere enemistarlos y que en las pocas conversaciones que mantienen, siempre por teléfono, ella no hace otra cosa que reprochar y reprochar...

No hace mucho me enteré de que una conocida, Elena, está cuidando a su sobrino, un niño de 8 años, Quique. Su hermano consiguió arrebatarle la custodia a su ex-mujer, pero su esposa actual no tiene ningún interés en hacerse cargo del hijo de su marido y como éste, además, viaja mucho, Elena ha tenido que acogerlo y asumir las obligaciones de padre y madre. Una de ellas, llevarlo cuando le toca, al “punto de encuentro”, que parece ser un lugar habilitado por la Administración para que los hijos de divorciados devenidos enemigos, se puedan reunir un rato con el padre con el que no conviven.

El padre de Quique tiene otras dos hijas, de un primer matrimonio con otra mujer anterior al contraído con la madre del niño. Lleva ya 3 esposas. Una de las hijas se ha quedado embarazada y el que la embarazó no quiere saber nada de la madre ni del hijo. El otro día el hermano de Elena y su hija tuvieron una fuerte discusión en casa de Elena. Él quería que su hija abortara porque “el hijo le iba a destrozar la vida”. La hija se negó en redondo y ha decidido tener a su bebé.

Leyendo encontré en un periódico una noticia que me impresionó:

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Los españoles son los europeos que más prostitución consumen

La Asociación para la Reinserción de Mujeres Prostituidas publica una guía sobre la trata con fines de explotación sexual. El 39% de los españoles ha contratado alguna vez a una prostituta.
efe, madrid | Actualizado 26.10.2011 - 16:32
El 39 por ciento de los españoles ha contratado alguna vez los servicios de meretrices, lo que sitúa a España como el país que encabeza la lista de los países de la UE consumidores de prostitución, por delante de estados como Suiza (19 por ciento) o Austria (15 por ciento). Son datos que recoge la guía elaborada por la Asociación para la Reinserción de Mujeres Prostituidas (APRAMP) sobre la trata con fines de explotación sexual y que ha sido presentada por la presidenta de esta formación, Rocío Nieto, y por la secretaría de Estado de Igualdad, Laura Seara. ________________


Es obvio que las relaciones entre hombre y mujer están cambiando, pero no parece que para mayor gozo y felicidad de ambos y sus familias. Antes bien, parece estar creciendo la desconfianza entre sexos, el miedo a la traición, al corazón roto... Tenemos mucha libertad para romper vínculos, pero pocas cosas nos ayudan a mantenerlos, a restañar heridas... Son las consecuencias de una libertad que se mide por lo que puede romper, no por lo que mantiene.

Me dice mi esposa que siempre ha habido matrimonios con problemas, aunque no se conocieran públicamente. Yo le digo que probablemente, pero la gran mayoría de ellos tenían también la voluntad de mantenerlos y superaban los problemas que siempre se presentan. La relación hoy día parte de planteamientos excesivamente egoístas para los que ceder, reconciliarse o perdonar suenan poco menos que a humillación inadmisible: “No tengo porqué aguantar a mi marido o a mi mujer”. En el fondo, no se asume un proyecto de vida en común, sino un estoy contigo mientras me conviene, una yuxtaposición de dos individualidades que se mantienen... Y claro, de este modo no puede haber una entrega real al otro, una apuesta total por el otro, antes bien hay que mantenerse a la defensiva, por lo que pueda pasar. Y así el amor se muere, no prende, no pasa del enamoramiento. Porque el amor verdadero y completo implica una decisión de amar. Esto es lo único que puedo prometer a mi esposa, porque depende de mi voluntad, porque es mi decisión: amarla toda la vida. No puedo prometer ser rico o no enfermar pero sí puedo prometer mi amor, mi compromiso y mi fidelidad. No depende de nadie más que de mí mismo, es mi decisión. Hoy, muchos jóvenes conocen el sexo, pero no el amor. Es curioso, en el estado de la igualdad de género se han extendido por todos lados las aspiraciones del machismo de siempre: gozar sin amar. Ahora son igual de machistas hombres y mujeres, pero, ¿quién ama?

Recientemente se han publicado las estadísticas oficiales del aborto provocado en 2010. Se ha producido la escalofriante cifra de 113.031 abortos, pequeños seres humanos salvajemente destrozados en la barriga de sus madres... Y otra vez la libertad que se mide por lo que destruye, no por lo que construye; por lo que mata, no por la vida que da. Hace tiempo, ayudar a una mujer embarazada era ayudarla a tener y mantener a su hijo; hoy el estado las ayuda poniendo cerca un lugar donde poder matarlo mientras está en su vientre. Y con eso se lava las manos.

La mayoría de las que abortaron, el 75%, fueron mujeres solteras, divorciadas y separadas: sexo sin amor de los dos ni compromiso, sexo machista. Y para que el hombre lo disfrute, la mujer mata el hijo de ambos. Y para que la mujer lo disfrute como un hombre, mata el hijo de ambos. El hombre no tiene que matar a nadie. No son iguales, es falso. El aborto supedita la mujer al hombre y la convierte en criminal, aunque sus crímenes sean legales. También lo fueron los del Holocausto.

Sólo el 58% de los abortos provocados se han practicado en mujeres nacidas en España. Casi la mitad de mujeres que han abortado eran extranjeras, destacando las centro y sudamericanas, cuyos abortos suponen la cuarta parte del total. Casi el mismo número de abortos en una población muy inferior: la de las mujeres inmigrantes que vienen a cuidar de nuestros ancianos más o menos incapacitados, a sustituirnos en sus cuidados en jornadas inacabables que se juntan una tras otra con un único descanso semanal, si acaso. Cifras que muestran la cruel vulnerabilidad, debilidad e indefensión del inmigrante... ¿o hay otro modo de explicar que sean 10, 20 o 30 veces más abortistas que las españolas?

Y, ¿a quién le importa por qué abortan? No al feminismo; no al estado de la igualdad de género. Para ambos el aborto es su victoria, su medida de libertad. Ayudar a evitar un aborto va en contra del derecho a decidir. Por eso nunca encuentro grupos feministas cuando vamos a rezar delante del abortorio, porque no quieren saber nada de las razones que llevan a las mujeres abortar. Pretender ayudar a eliminarlas atenta con su sentido de libertad. El aumento en el número de abortos les hace sentirse más libres. Por eso no protestan por lo que se esconde detrás de estas estadísticas, por los dramas que muchas mujeres están viviendo en nuestro país, no les interesa, son sólo carne que nutre su libertad.

Otra conscuencia del derecho a decidir de la mujer, otro cambio, enorme, que introduce en su relación con el hombre es la paulatina destrucción de la corresponsabilidad de los hijos, que pasan a ser asunto y decisión de la mujer, y, además, por voluntad propia... ¿Alguien puede creer sensatamente que esto va a hacer más felices a las mujeres? De nuevo el machismo ganador: gozar a la mujer sin consecuencias, sin responsabilidad.

Un mundo de hombres-hombres y hombres-mujeres, en el que la mujer reniega de su naturaleza, (“No se nace mujer, se llega a ello”- Simone de Beauvoir), es represor e infeliz para ambos sexos; un mundo de hombres y mujeres, adversarios enfrentados, no tiene futuro. Para hombres y mujeres gran parte de la felicidad que en esta vida pueden encontrar proviene de su relación recíproca, cuando se cimenta en un compañerismo corresponsable de ambos sexos frente a las tareas y trabajos de la vida. Aunque ello suponga admitir que los límites de mi libertad están en el otro, porque yo así lo quiero.

Hora es de pararse a pensar, a reflexionar en qué dirección avanzaremos en los cambios de la relación entre sexos, dónde queremos llegar, si al compañerismo colaborador o a la soledad de los sexos.
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“Él, -Jesús-, les contestó: ...Ya al principio el Creador los hizo varón y hembra, y dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos un solo ser. De modo que ya no son dos, sino un solo ser; luego lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre...

... Ahora os digo yo que si uno repudia a su mujer...y se casa con otra, comete adulterio.” Mt19, 4-9.

Aunque la ley lo llame divorcio, los cristianos sabemos que es adulterio.

Aprovecho este primer artículo de 2012 para desear a todos los lectores un venturoso año de conversión, tanto a los creyentes como a los que no lo son.

Hasta el próximo artículo, si Dios quiere.


Winston Smith

domingo, 18 de diciembre de 2011

¿Hay salida para la crisis?

Según los datos oficiales en España ya hay cerca de 5,0 millones de desempleados. Si en tiempos de bonanza económica se creaban alrededor de 400.000 empleos anuales, ¿cómo se podrá absorber este inmenso contingente de personas que han caído fuera de la “rueda económica”?

Y, sin embargo, he aquí la gran contradicción de nuestro mundo: millones de seres humanos necesitan lo que nuestros parados saben hacer...

Mis lectores ya saben que creo que no estamos ante una crisis coyuntural, sino ante el fracaso de un modo de vivir , en el que el egoismo es el supremo valor. Y he aquí el reto que se presenta delante de nosotros: cambiarlo por otro en el que la solidaridad sea la base de las relaciones humanas a escala planetaria.

Hace unos días recibimos en nuestro buzón un juego de cables que mi esposa pidió por internet para conectar el ordenador a otros dispositivos y a la TV. Pagué unos 3 euros, gastos de envío incluidos: producto fabricado y expedido en China. En un centro comercial próximo, uno sólo de ellos, (eran dos), costaba 15 €.

Y esto me llevó a pensar que la mayor parte de los habitantes del planeta, los que viven en el 2º y 3º mundos, no pueden comprar los bienes y productos que nosotros fabricamos, pero nosotros adquirimos a precios de saldo los que ellos hacen.

La supremacía tecnológica europea y norte-americana ha sido la herramienta que ha fortalecido enormemente sus monedas, dólares y euros, que son apreciadas, deseadas y valiosas en todo el mundo, porque permiten o han permitido adquirir bienes que todos quieren o necesitan pero que muchos son incapaces de producir.

Tres cuartas partes del mundo compran o piden prestado a Occidente dinero, dólares y euros, a cambio de sus materias primas y sus productos elaborados, grandemente depreciados porque sus monedas prácticamente no tienen valor alguno para nosotros.

Y con estas materias primas, (maderas, productos vegetales, minerales, ...), los sistemas productivos occidentales fabrican bienes en los que el valor añadido por éstos es la parte más importante del precio y la materia prima tercermundista, la residual. Es así como una hora de trabajo nuestra vale por muchas horas de trabajo de un trabajador en un país subdesarrollado, y es así como nuestra riqueza es su pobreza.

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Desigualdades entre ricos y pobres tan enormes como las que hoy hay entre nosotros, (todos nosotros), y ellos, (los del tercer mundo), no han existido jamás en la historia del hombre sobre la Tierra. Desde luego, incomparablemente mayores que las que habría entre nobles y plebeyos en la Europa anterior a la revolución francesa. Porque si la pobreza y la miseria, con su cohorte de hambre, ignorancia y enfermedades, son siempre las mismas, sean las de los pobres tercermundistas de hoy o las de los plebeyos de entonces, la riqueza de los ciudadanos europeos y norteamericanos de hoy no tiene parangón con la de los ricos de entonces. Hoy, aunque otros ciudadanos del mundo pasen hambre o sed, cualquier ciudadano occidental medio disfruta de agua, gas y electricidad en su propio domicilio, coche, calefacción, aire acondicionado, hospitales, escuelas, carreteras, viajes en trenes y aviones, ... Ni el mismo monarca Luis XVI, ni el más grande de sus nobles pudo ni siquiera imaginar algo así.

Dentro de las fronteras de nuestro club privilegiado, o club de usar y tirar, muchos jóvenes que ni siquiera trabajan disponen, cada fin de semana, de coche y combustible para recorrer los lugares de ambiente y vida nocturna, mientras fuera de club son muchos los que recorren kilómetros a pie a diario, para llevar agua potable a sus familias y gastan en una noche de movida más de lo que muchas familias pueden dedicar a comer varios días.

En el club los hospitales atienden las “intoxicaciones etílicas”, (eufemismo de borrachera), en las botellonas de “finde” y fuera de él muchos se mueren de tifus o tétanos o gastroenteritis por falta de atención médica.

En el club sus habitantes van al cine y, además de pagar la entrada, se gastan 5 ó 6 euros en un paquete de humildes palomitas. Fuera hay quien trabaja muchas horas y días para conseguir ese dinero y sobrevivir.

Los dos últimos siglos han puesto de manifiesto que las pretensiones de los que decían rebelarse por la igualdad entre nobles y plebeyos no querían otra cosa que cambiar de  bando. Ahora, los límites entre esa nobleza privilegiada y la plebe son las fronteras de Occidente, y no oigo a ningún heredero ideológico de aquella revolución reclamar una Seguridad Social y una Educación obligatoria a escala planetaria, financiada con impuestos progresivos también planetarios, en los que los que más ganen más paguen, del mismo modo que hay regiones europeas expertas en demostrar año tras año que son más pobres que las otras y reclaman de ellas “fondos de cohesión” y de “compensación inter-territorial”. Sin embargo, este criterio sólo es de aplicación dentro del club de los ricos.

Sólo los ciudadanos de este club del despilfarro podemos pagar los precios de nuestros propios productos. Por eso hemos desarrollado el consumismo, la economía del usar y tirar, la cultura de “lo nuevo”, siempre mejor que lo antiguo no por ser más bueno, sino por ser más nuevo. El objetivo es comprar y tirar cuanto antes para renovar lo adquirido a la mayor brevedad. Y así compramos y tiramos en muy poco tiempo electrodomésticos, ordenadores, teléfonos, coches... y un sinfín de productos, en una insensata rueda que malgasta energía y recursos para mantener la actividad de los ciudadanos del mundo rico, nuestro mundo.

Sin embargo, parece que este loco consumismo desaforado, derrochador de todo tipo de recursos, este insostenible ciclo de fabricar para tirar, ya no resulta suficiente para mantener nuestro empleo. Como señalaba al principio, tres cuartas partes de los habitantes del mundo desean o necesitan lo que sólo una cuarta parte sabe y puede producir, y en esta cuarta parte muchos de sus ciudadanos están saliendo del sistema productivo creando enormes bolsas de paro que anticipan una creciente desigualdad también dentro del club del despilfarro, una aspecto más de esta crisis que nos envuelve y que puede ser el principio del fin histórico de una cultura, la nuestra, que, de no encontrar salida, se colapsará y quedará en el recuerdo histórico, donde hoy están otras como el egipcia, la babilónica, la persa y la helena.

En este contexto decadente los países con supremacía científica harán valer su tecnología para mantener sus privilegios, porque impondrán a todos los demás el precio que necesiten para ello a los productos que sólo ellos podrán hacer. Pero ése no es nuestro caso, el de España, país fronterizo entre el mundo rico y el pobre. Nosotros sólo hemos aprendido a ser ricos, pero la riqueza pasada la hemos malgastado porque la hemos empleado en vivir como “cigarras” y no hemos querido desarrollar la laboriosidad de las “hormigas”, aprovechando los años de “vacas gordas” para crear una cultura del esfuerzo y del trabajo bien hecho que pudiera situarnos ahora en una mejor posición de cara a la innovación tecnológica. Antes bien, instalados en el bienestar y la autocomplacencia, sólo hemos aprendido a tener derechos y nos hemos olvidado de las obligaciones. Ahora recogemos los frutos amargos de esta actitud.

Salvo en casos muy puntuales de poquísimos países incluidos en la primeras líneas del párrafo anterior, a la mayoría nos será muy difícil, si no imposible, resolver la crisis de forma individual. Sin embargo, abordándola conjuntamente desde una perspectiva planetaria, ricos y pobres, creo que tenemos una posibilidad de salir de ella creando a la vez un mundo más humano y justo. Mi esperanza sintoniza con las palabras de Benedicto XVI en la carta encíclica “Caritas in Veritate”, cuando en su párrafo 27 dice:

27 “...Es importante destacar, además, que la vía solidaria hacia el desarrollo de los países pobres puede ser un proyecto de solución de la crisis global actual, como lo han intuido en los últimos tiempos hombres políticos y responsables de instituciones internacionales. Apoyando a los países económicamente pobres mediante planes de financiación inspirados en la solidaridad, con el fin de que ellos mismos puedan satisfacer las necesidades de bienes de consumo y desarrollo de los propios ciudadanos, no sólo se puede producir un verdadero crecimiento económico, sino que se puede contribuir también a sostener la capacidad productiva de los países ricos, que corre peligro de quedar comprometida por la crisis.”

Crecer y crecer en el consumismo desaforado del estado del privilegio, que no del bienestar, nos está acercando a un callejón sin salida a escala mundial, al menos para nosotros, anticipando el relevo de civilizaciones que arrinconará en la historia nuestra sociedad como una reliquia del pasado.

La salida pasa por la renuncia. Ha llegado el momento de renuciar a muchos de nuestros privilegios y basar nuestra economía en criterios solidarios, de modo que los pobres puedan adquirir nuestros productos y todos caminemos hacia un mundo más justo, más humano y equitativo.

Inexorablemente, tendremos que trabajar más y ganar menos, para que otros se acerquen a nosotros.

El que da recibe, a la larga, ciento por uno. Nada puede brindar una economía más estable y sostenida que el desarrollo de los países pobres, de modo que ellos también puedan comprar nuestros zapatos, herramientas y electrodomésticos, porque el mundo es grande y muchos son sus habitantes.

Mantengamos la esperanza y la ilusión en un mundo nuevo y mejor y que Dios nos ayude a conseguir este reto.

Por eso hay que pensar, hay que creer...

Que la Navidad, el recuerdo del Hijo de Dios voluntariamente hecho hombre y compartiendo con nosotros angustia, dolor y miedo por pura generosidad y amor, nos haga reflexionar que el camino de la Resurrección continua detrás de la crisis, del aparente fracaso de la muerte, cuando nos entregamos generosamente a los demás.

Hasta el próximo artículo, si Dios quiere.

Les deseo una muy Feliz Navidad.

Winston Smith


domingo, 20 de noviembre de 2011

Nos engañaron y hemos perdido el futuro.

Queridos lectores, anónimos en su gran e inmensa mayoría, que poco a poco aumentan el contador de visitas a este “blog”, al que me asomo con un nuevo artículo para invitar a la meditación reposada y serena, tratando de ayudar a llegar al interior de nosotros mismos a través de lo que vemos “afuera”, en los demás, intentando ayudar a redescubrir lo que verdaderamente importa.

No dejo de preguntarme por la razón de tanto divorcio, de tanta provisionalidad en las relaciones entre hombres y mujeres, de tanta facilidad para renunciar al amor para toda la vida, de tanto daño mutuamente infligido.

Y tratando de indagar las causas, pienso que la sociedad española ha vivido en los últimos 36 años una combinación “explosiva”: el cambio de una forma de gobierno dictatorial a otra democrática, junto a la entrada en un ciclo económico que ha producido una gran riqueza, aunque en algunos casos ésta haya sido más aparente que real, más prestada que propia, como se está revelando últimamente.

Ambos factores unidos han promovido el abandono de virtudes de gran valor cohesionador y protector de las personas, como son el sentido del compromiso, la fidelidad, el esfuerzo, el sacrificio, el deber y la obligación, devorados por dos objetivos supremos en la sociedad de hoy: una libertad que no quiere límites para hacer lo que “le dé la gana”, y el placer y bienestar propios.

Y aquí estamos, después de este camino recorrido, con leyes con las que nos damos el derecho a rompernos el corazón unos a otros, a pelearnos sin reconciliación, a abandonarnos, a usar y tirar una relación, a separar sexo de matrimonio, a abortar nuestros hijos...  Frustración, desamor, miedo, desengaño, desesperanza... son los sentimientos que envuelven hoy muchas uniones de hombres y mujeres. Hemos ganado libertad para destruir, pero no para construir. Pretendiendo ganar el “aquí y ahora” hemos perdido el “mañana” y detrás de muchos “instantes de gozo” dejamos una tristeza duradera. Porque no somos más felices, ni mucho menos; sólo somos, o hemos sido, más ricos.

Y, sin embargo, aqui seguimos, quien más, quien menos, prácticamente solos ante las limitaciones rotundas que nos llegan, a unos antes que a otros, pero a todos, antes o después: la enfermedad y los cuidados de nuestros mayores, de nosotros mismos, de nuestros hijos... y la muerte, que se nos anticipa de muchos modos que no queremos ver. Y entonces descubrimos que estamos solos y solos debemos afrontarlas, que embelesados por la libertad destructora hemos desperdiciado tiempo y dinero sin haber sido capaces de ayudarnos a construir la mayor felicidad posible, el modo y los medios de evitarnos el mayor dolor o sufrimiento...

Hoy entresaco unas frases de una entrevista a la actriz María Pujalte, publicada en la revista “El Magazine”, enormemente reveladoras de lo que he afirmado y que creo reflejan el sentir de una gran cantidad de españoles hoy día:

“Si es que hay cosas que no cambian, pero por lo menos desde que estamos en democracia, si no aguantas a tu marido te divorcias y en paz.”

Y, más abajo,

“Ya sé que... igual hay relaciones que se podrían haber reparado si las hubiéramos encarado con más paciencia, pero no sirve querer imponerse a los tiempos. Y ahora se vive así.”

De modo que salimos de una dictadura y desembocamos en una tiranía: la de los tiempos y la del “ahora se vive así”, impuesta desde los postulados de un ateísmo radical que ha promovido una libertad arbitraria y destructiva.



La devaluación de la institución matrimonial, víctima inmediata de ese ansia de libertad sin compromiso, de placer sin responsabilidades, de hacer lo que quiera sin estar limitado por sentido de fidelidad alguno, va a producir una consecuencia fundamental, pero cuya importancia y trascendencia no se dará de inmediato, sino de forma diferida.

Y es que la primera consecuencia de esa provisionalidad en la relación hombre y mujer, de esa ausencia de proyecto vital duradero, es la drástica reducción de la natalidad. Es obvio que un hijo no es algo que se “resuelva” en unos meses, sino que condiciona muchos años y requiere un ámbito de responsabilidad compartida padre-madre de gran estabilidad. Un hijo es para toda la vida y no se tiene con cualquiera.

La asociación,

democracia=divorcio=sexo sin matrimonio=libertad sin compromiso de fidelidad

ha conducido a un progresivo descenso en el número de hijos por mujer, (Indicador Coyuntural de Fecundidad), que desde el cambio democrático ha caído de 2,8 en 1975 y 76, hasta 1,4 en 2009, habiendo bajado hasta 1,15 en 1998, antes de la entrada masiva de población inmigrante, mucho más prolífica que la nacional, (Fuente INE2010).




La tasa de renovación generacional es de 2,1, lo que significa que llevamos muchos años perdiendo población en los tramos inferiores de nuestra pirámide poblacional.



(Compárese con la correspondiente pirámide en 1960),




(Fuente: Censos de Población y Viviendas, 2001. INE)


Veinte-venticinco años antes de 2001, se inició un arriesgado declive en la natalidad española, de la mano de una democracia que confundió libertad política con un modernismo engañoso que, en aras del disfrute de una libertad arbitraria, no sólo ha producido mucho dolor y desamor entre un gran número de hombres y mujeres, un daño grande a los hijos de muchos hogares rotos por la infidelidad y cientos de miles de hijos abortados, sino que con estos nuevos modelos de vida los españoles han puesto en riesgo la estabilidad de su supervivencia, su vejez tranquila y protegida, porque no han querido los vínculos necesarios para tener hijos, y no los han tenido, olvidando que en toda sociedad, por atrasada o adelantada que sea, los padres mantienen a sus hijos cuando nacen y los hijos a sus padres, cuando envejecen. En una tribu, directamente trabajando la tierra que los viejos ya no pueden, en un estado moderno, cotizando para que la S. Social pueda pagar sus pensiones y sus medicinas cuando estén jubilados.

Les engañaron haciéndoles creer que son las leyes las que les daban derechos cuando eso no es cierto, son nuestros hijos y los de los otros, que vienen detrás, quienes nos dan esos derechos, como nosotros lo hacemos con nuestros padres ahora. Sin ciudadanos, sin cotizantes, no hay estado, ni pensiones, ni hospitales, ni medicinas, ... y las leyes escritas son sólo papel mojado.

Deténganse los lectores un momento sobre la pirámide poblacional y hagan un simple ejercicio de extrapolación, de proyección a futuro. Traten de evaluar la situación dentro de 15 años y en los años siguientes, cuando entren en edad de jubilación quienes en 2001 tenían 40 años, y a partir de ahí, en años sucesivos, los diferentes segmentos poblacionales.

Supongan una esperanza de vida de 85 años y tengan en cuenta que cada trabajador, (ustedes y yo), cotizamos aproximadamente con un 33% (entre empresa y nosotros) de nuestros ingresos a la S. Social, para cubrir pensiones, sanidad y desempleo.

Por tanto, cada pensionista con paga completa, (100%), necesita 3 cotizantes del 33%, más los necesarios para financiar sanidad y desempleo. Entre 4 y 5 contizantes, mínimo, por cada pensionsita... Y tengan en cuenta que sólo deberá contar como cotizantes la población que en cada caso se ubique por encima de 20 años, edad que puede suponerse de inicio de la vida laboral.

Hagan un intento por comparar, “grosso modo”, el número de pensionistas a partir de 2026 y años siguientes, con el de cotizantes, aún asumiento que el paro sea cero...

Para erizarse los pelos, ¿verdad?

Y esto no tiene nada que ver con la crisis financiera actual, o mejor dicho, es reflejo de la crisis más profunda: una crisis de valores, la huída de lo cristiano, una crisis en la que nos hemos metido nosotros solos, y de la que no nos van a sacar políticos arrogantes y embaucadores, que sólo buscan lo suyo.

Recomiendo vivamente la lectura de la parábola del hijo pródigo, una y otra vez, (Lc 15,11-32).

Por eso hay que pensar, hay que creer...

Hasta el próximo artículo, si Dios quiere.

Winston Smith